LENGUA, LITERATURA y MÚSICA para el Grado en Educación Infantil y Educación Primaria
sábado, 10 de octubre de 2015
lunes, 5 de octubre de 2015
martes, 28 de abril de 2015
El Día del Libro (Primera parte: Teatro, cuento y fábula para enseñar Matemáticas)
DIDÁCTICA
ACERCA DE LA UTILIZACIÓN DE LA LITERATURA COMO RECURSO PARA LA ENSEÑANZA DE OTRAS
MATERIAS.
Un Día del Libro diferente en el Colegio Ruta de la Plata.
Didáctica
de las Matemáticas // Didáctica de la Literatura y la Literatura Infantil y
Juvenil.
Profesoras:
Virginia Liviano Carmona y María Victoria Soriano García
Alumnos de 3º Grado en Educación Primaria.
Reparto:
Alonso
Becerra Salguero
Coro
Casimiro Márquez
Cristina
Díaz Velasco
Alejandra
Fernández Fabián
María
Flores Gómez
Carlos
Léon Nieto
Fernando
Macías Arjonilla
Rocío
Méndez Pérez
Beatriz
Murillo Colino
Tara
Jaabs Rodríguez Herrera
Antonio
Rueda Muriel
Paloma
Sabido González
Vanesa
Sánchez Cuéllar
María
Soltero Díaz
Objetivos:
- Destinar el Día del Libro a una actividad formativa con el propósito de fomentar la interdisciplinariedad.
- Considerar los géneros y subrgéneros literarios como recursos para el aprendizaje de las Matemáticas.
- Motivar a los primeros cursos de Educación Primaria para el acercamiento hacia la lectura en este día.
- Vincular los recursos teatrales a cualquier materia que ayude al entendimiento de un concepto que se deba enseñar o reforzar: improvisación, marionetas, guiñol, dramatización de cualquier secuencia.
- Crear textos de literatura infantil, teniendo en cuenta la estructura de cada uno de ellos: un cuento, una fábula y un teatrillo.
- Apreciar las costumbres y valores de nuestra Comunidad Autónoma para transmitirlas a los niños. Los alumnos del Grado en Educación Primaria abrieron su telón en el salón de actos del Colegio Ruta de la Plata de Almendralejo con Caperucita extremeña.
Una adaptación del cuento de Charles Perrault que nos acercaba a ese personaje tan conocido de ficción hasta nuestra tierra. Caperucita sumaba momentos positivos hasta que se encontró al Lobo Resta y a una serie de números. Lo que ustedes no saben es que eran primos hermanos y se convirtieron en grandes amigos.
La Fábula de Mamá Búho tenía una misión. Varias familias de una aldea tuvieron que resolver un problema matemático que su profesora Mamá Búho planteó en la Escuela Feroz. Fue Burro quien se llevó la piñata dulce porque no dejó de trabajar ni un instante. La moraleja es sencilla y clara: Todo esfuerzo tiene su recompensa si se trabaja para ello.
Por último, los números convertidos en marionetas nos cuentan cómo son, con el fin de que acabáramos todos riendo y bailando.
-Abordar los criterios y contenidos matemáticos de 1º y 2º curso de Primaria, explicados a través del cuento, la fábula y el teatrillo.
Materiales:
1) Elaboración de un guiñol con la estructura de libro de 2 metros de alto y un metro de ancho. Cuando cambiaban del cuento a la fábula y de la fábula al teatrillo se pasaba la página del guiñol.
2) Marionetas y máscaras para el teatrillo numérico y la fábula de Mamá Búho, respectivamente.
3) Música a cargo de nuestro saxofonista Alonso Becerra Salguero.
4) Disfraces o detalles caracterizadores: falda y mandil extremeño, bigotes, chisteras, bata...
(Mutis por el foro)
Nota al pie: En la segunda parte, les contaremos la gymkana realizada posteriormente para reforzar contenidos de Literatura y de Matemáticas. ¡Viva el Día del Libro! Buena didáctica.
viernes, 24 de abril de 2015
Érase Más de una Vez
Érase Más de una Vez
El portal web de CEDEC, Centro Nacional de Desarrollo Curricular en Sistemas no Propietarios, perteneciente al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España enlaza nuestro blog educativo como recomendación docente y didáctica.
Agradecemos su gesto y seguiremos aprendiendo de estos usos para motivar a nuestros alumnos universitarios y futuros maestros. En pocos días, publicaremos las actividades realizadas en el Día del Libro.
lunes, 30 de marzo de 2015
Oficina de Redacción Literaria Disparatada (ORLD)
¿BAILAMOS EN SILENCIO?
No sé si empezar por el principio porque en realidad no tiene mucha importancia. Quizás caería en ese hablar demasiado y a casi nadie le gusta que se hable por los codos. La verdad es que el silencio es buen amigo de un niño. Sirve para ciertos ocultamientos, planear travesuras, disfrutar de la soledad necesaria, vencer el miedo, leer cuentos e incluso para bailar...
Mi problema principal, cuando hice la matrícula en la escuela de baile de mi ciudad, es que me resultaba prácticamente imposible estar callada durante la hora y media de ensayo. Otro problema añadido es que parecía un poco torpe a la hora de distinguir la izquierda y la derecha. Soy una muchacha con una poderosa alegría. Poco más pueden decir de mí, porque no me gusta que me definan -me pongo muy colorada- ni me parece oportuno describirme como si me dibujase con colores chillones.
La danza es un arte delicado que nos lleva a una educación corporal a veces demasiado estricta. Conseguía, poco a poco, ser veloz y daba rienda suelta a la libertad de mis pies con cierto sentido del ridículo agudizado.
Esa señora era una bruja y pretendía que, con las persianas bajadas y una luz tenue, me concentrase en las primeras notas del piano y disfrutase como una pantera que descarga su agresividad en pocos minutos ante su presa. Y sin hablar. Yo no puedo bailar ni hacer nada sin decir ni una sola palabra. ¡Qué complicado! La profesora de danza pronunciaba mi nombre con tanta fuerza que lo que apetecía era esconderse después de quitarme un tutú que, al correr, se movía más cursi que una mariposa en una florecilla aislada del parque.
- Despacio, más despacio. ¡No te precipites tanto en los saltos!, expresaba esta mujer airada.
Me iba a casa tarde y, en el trayecto corto que decidía cuando debía ensayar, me encontré un libro abierto sobre un banco. ¿Lo dejo? No, creo que lo mejor que hice fue recogerlo y meterlo en mi mochila.
- ¡Fantástico! El libro es una casualidad curiosa en este momento, decía ante el espejo del cuarto de baño.
Me subí a la silla para peinarme esa larga melena que se enreda con cualquier cosa y me acordé, con una tristeza espantosa, de la actitud de mi profesora. Buenas noches.
Me subí a la silla para peinarme esa larga melena que se enreda con cualquier cosa y me acordé, con una tristeza espantosa, de la actitud de mi profesora. Buenas noches.
Un sol y una minúscula nube me daban los buenos días. Los rayos conseguían penetrar hasta mi última sábana de invierno. Me vestí rápido, porque bailaba en quince minutos en un teatro de mi distrito y apenas me daba tiempo. Tropezaba con una cantidad de obstáculos mañaneros: el gato peludo de mi vecina, el guapo oficinista que hacía un descanso a esas horas y la señora que coge el metro armada con escudo de guerra. Sin querer, me premió con un cachetón en la espalda, pues la intención era que me diera algo de prisa en recoger mi resguardo.
Mi afición a hablar me llevó por el camino de contar atropellada todo lo que me apetecía. Hasta que me di cuenta de que tenía el libro del parque en la mochila. Lo saqué y, con actitud modosa, me dispuse a leer cuatro páginas de, más o menos, la mitad de la obra. Decía así: " Un pájaro se limpió su ala cuando terminó la batalla con el león por el amor de una iguana en medio del campo".
- ¡Qué mezcla animal tan extraña!, grité. ¿Un león y un pájaro peleando por ser amantes de una iguana? ¿Un pájaro ganando a un león? ¡Qué pareja harán una iguana y un pájaro!, repetía insistente.
El libro ilógico de animales había conseguido que estuviera en silencio diez minutos y el trayecto hasta la función de baile se hizo mucho más entretenido de lo habitual. Sin esperarlo, al salir del metro, un chico guapo se dirigió a mí:
- ¿Eres esa artista que no sabe bailar en silencio? Me han dicho que podía verte esta tarde en la función repetida de las siete.
- No entiendo esa fama. Es por culpa de mi alegría y entusiasmo, puesto que no sé estar quieta sin expresarme verbalmente.
- Prueba a bailar conmigo, insinuó el chico que, además de guapo, dejaba ver un carácter alegre.
Estuve más de tres minutos inmóvil y callada. ¡Asombroso! No supe qué era lo más adecuado. Me fijaba en su oreja pequeña y en un diente sobresaliente que le daba picardía a una sonrisa sencilla. Enmudezco. ¡Chanchanchan! ¡Oh! ¿Y ahora qué? Me acordé del libro absurdo de animales y de su lucha en la que ganaba el más débil. Quise contestarle:
- Sí. Cuando termine la función bailo contigo. Será la única forma de mejorar. Sabré tragarme todas la palabras que podría decir.
Desde entonces, bailamos juntos de vez en cuando y nunca terminé el libro que empecé por la mitad. Eso sí, el pequeño fragmento, que accidentalmente leí, me dijo más de lo que yo podía alcanzar a comprender con esa edad. Ahora bailo en silencio en teatros y rincones de la casa. Ensayo con disciplina y logré respetar el límite de palabras que se puede decir en el momento oportuno.
Silencio. Me hago mayor y jamás pensé que alguien me pediría bailar.
María Victoria Soriano García
(vuestra profesora de Lengua y Literatura que ha querido participar igualmente en esta actividad de la ORLD)
Nota: Recuerdo que las palabras subrayadas son las que tenían que aparecer en la composición de cada uno y fueron elegidas por todos los alumnos y la profesora en el aula a golpe de impulso.
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
Ha pasado mucho tiempo, aun así tengo muchos recuerdos de mi infancia. Recuerdos que muchas veces me producen una gran alegría pero a la vez una profunda tristeza, al saber que nunca más volverán a suceder esos hechos.
Recuerdo esas tardes con los amigos en el parque jugando al fútbol, esas tardes en las que aquel parque se convertía para nosotros en un fantástico campo de fútbol. El sol apretaba con todas sus fuerzas pero no nos preocupaba en ese momento.
Pero, sin duda, mi mejor recuerdo fue cuando en el parque, ya pasada la tarde, nos encontramos un gato jugando con una pequeña pelota. Era un gato muy peludo, con una pequeña herida en la oreja. A pesar de su pequeño tamaño, para nosotros era como un león. Nos acercamos muy despacio, con mucho miedo de que nos atacara. Un adulto que estaba allí leyendo un libro, y que le faltaba un diente, nos dijo que no tuviésemos miedo pues ese gato era igual de inofensivo que una mariposa. De todas formas, sabíamos por experiencia que un gato es un animal muy veloz y activo aunque a la vez pueda ser muy delicado.
En ese momento, mi madre subió la persiana y gritó mi nombre por la ventana. Yo pensé que iba a ganarme un cachetón, pero en realidad me avisó para que me vistiese guapo para asistir al baile de fin de curso de mi hermana. Me enfadé mucho, me sentía como un pájaro al que le falta un ala y no puede volar en libertad.
Mi madre no era ninguna bruja, pero cada vez que me llamaba para subir a casa me causaba una gran sensación de soledad. Yendo hacia mi hogar vi una gran nube oscura, la naturaleza es tan poderosa que puede hacer que pases dos horas preparándote y, finalmente, acabar empapado y no te ha servido para nada todo ese tiempo.
Cuando subí a casa, me encontré a mi padre muy alegre sentado en una silla. Iba vestido con un traje con el que estaba muy guapo. Antes de salir, mi madre me encargó echarle de comer a mi iguana, que se llamaba Chanchanchan. Una iguana tan negra como una pantera y que me producía una gran alegría porque era una mascota a la que tenía mucho cariño.
Fernando Macías Arjonilla, 3º Educación Primaria.
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
Una tarde de primavera, volaba cerca de una nube una alegre mariposa. De repente, se tropezó con una bruja a la que le faltaba un diente y una oreja.
Era tan poderosa que, a través de un hechizo, hizo que la mariposa perdiera un ala. Ahora, la pobre, se encontraba en un momento delicado y sentía una gran tristeza por lo que había ocurrido.
El sol, que lo había visto todo, llamó a los animales cercanos y, entre ellos, estaba la iguana, el gato, la pantera, el veloz león y un pájaro llamado Alegría; para contarles lo que había sucedido. Tenían que ayudar a mariposa con el fin de que volviera a volar en libertad. El peludo león se dirigió hacia un parque y allí encontró una silla, se acercó despacio y, en ella, observó que tenía unas letras que la distinguían. En ellas ponía: "Alegría". Después, regresó al mismo lugar donde les citó el sol.
El guapo gato le dio un cachetón y se dirigió hacia el campo lleno de flores silvestres. Se topó con una persiana rota y regresó al mismo sitio donde se encontraban los demás.
La pequeña iguana tenía miedo de ver a la bruja y que le pasara algo malo. La pantera vio a lo lejos algo que resplandecía y un pájaro muy guapo se acercó a ver qué ocurría. Chanchanchan... Un fantástico libro halló en la soledad de una colina y activó un baile con piruetas en el aire.
Ana Belén Leal Lencero, 3º Educación Infantil.
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
EN BUSCA DE LA LIBERTAD
Por fin llego la libertad, aún
quedaban horas para disfrutar de este maravilloso día. Habíamos conseguido
escaparnos de aquella poderosa bruja cuyo nombre era raro. ¡Nunca nos
acordábamos!
Ese parque era un infierno para
nosotros, lleno de momentos de soledad y tristeza, pero sobre todo miedo. No
había un solo día que pudiéramos disfrutar de aquel fantástico sol del que todo
el mundo hablaba, solo veíamos días grises, llenos de nubes, y lo peor de todo
era que esos días nadie venía a
visitarnos. Lo único bueno que tenía vivir aquí era cuando, niños como tú, venían a jugar con
nosotros. ¡Esos días sí que estaban
llenos de alegría!
Pero, de repente, las cosas empeoraron, la Bruja Eris se
volvió aún más delicada, ya no dejaba entrar ni siquiera a los niños.
Un día estando en mi jaula, me di
cuenta de que todo estaba cambiando. Mi vecino, el gran León, que siempre había
sido muy activo, ahora dormía casi veinte horas al día. No podía permitirlo, pues la tristeza se estaba apoderando de nuestras vidas. Todos sabíamos cuándo las cosas iban mal,
solo con hacer un pequeño ruido entre las rejas nos comunicábamos.
Y así fue,
apenas rocé mis dientes con las rejas cuando el pájaro Paco llegó, agitando sus
alas fuertemente. La mariposa Rosa le seguía y la iguana Juana, aunque un poco
más despacio, también apareció. Después de tantos años aquí, lo mínimo era tener un
nombre. Pero alguien faltaba, hice un pequeño recuento:
-¡pájaro Paco!
- ¡Presente!
-¡mariposa Rosa!
-¡Presente!
-¡Iguana Juana!
- ¡Presente!
-¡León Hipólito!
-¡Presente!
-¡Pantera Alegría! …. ¡Eh, sí, soy yo!
-¡Gato Lucas!
Chan chan chan...
Sonó una melodía de esas que aparecen
en las películas para dar más tensión al asunto y nadie me contestó. Como
siempre, el gato peludo estaba durmiendo y teníamos que ir a despertarlo. Pero
las cosas no pintaban nada bien, porque el gato Lucas vivía al lado de la bruja y no
podíamos hacer ni un solo ruido si queríamos ser felices para siempre. El
pájaro Paco era el encargado de vigilar a la malvada bruja, mientras que la
iguana Juana lo despertaba. Paco empezó a volar
y observo a la bruja desde la persiana. Estaba sentada en una silla,
leyendo un libro, o por lo menos eso parecía. ¡Seguro que no estaba planeando
nada bueno!
Nunca os he hablado de cómo es la
bruja y creo que es el momento, porque afortunadamente no la veremos más. Desde
que pusimos el pie aquí sigue igual: vestida y guapa… ¡No lo es! . Siempre me pregunté cómo una persona tan pequeña podía tener tanta maldad.
Vamos a centrarnos, Juana ya había conseguido
despertar al gato Lucas con un pequeño cachetón. No sé cómo se atrevió porque
mira que tenía mal despertar... Ahora solamente tendríamos que ir hasta la puerta
y salir a correr. Pero las cosas no eran
tan fáciles, de una bruja con nombre de diosa griega de la discordia no íbamos
a escapar tan fácilmente. Teníamos que idear un buen plan.
-¡Lo tengo! Dijo el gato Lucas.
Nos contó su pequeño plan y la verdad que, a pesar de ser un dormilón, tiene muy buenas ideas. Solo necesitábamos un pintalabios, y yo de esas cosas
no tenía, pues una pantera felina y salvaje como yo no podía permitirse tener eso. Seguro que la iguana Juana tendrá, a ella le
encanta ponerse guapa para Paco, aunque no lo admita todos sabemos que está
enamorada de él. Ya habíamos pintado a la mariposa de color rojo cereza, ahora
parecía otra, estaba irreconocible.
Cruzó la ventana y se posó en el libro. La
bruja al verla cogió el cazamariposas e intentó atraparla, pero Rosa estaba muy
entrenada y voló hasta la jaula vacía, la más grande de todas y que siempre nos
imaginamos que podría ser la casa de un enorme elefante. La bruja entró y Paco
cerró rápidamente la puerta, ahora estaba atrapada y le tocaba vivir allí
encerrada como lo habíamos hecho nosotros. No nos lo podíamos creer, estábamos
alegres, éramos libres. ¡Podríamos correr por el campo y hacer nuestro baile de
victoria!
Ahora llevamos un año viviendo en la
selva, libremente, aunque todos juntos. Juana y Paco se casaron, Hipólito ahora
solo duerme diez horas al día y Lucas, aunque sigue tan dormilón, nos alegra los días.
- ¿Yo? Yo sigo como siempre, haciéndole justicia a mi nombre.
María Flores Gómez, 3º Educación Primaria
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
EL MUNDO CAÓTICO DE CATALINA
En un país encantado y fantástico, vivía una guapa bruja, la bruja Catalina. No era malvada, como el resto de sus primos. Era una bruja buena que ayudaba a todo el mundo. Su mascota era un alegre pájaro de nombre Paco. Juntos formaban la pareja perfecta. Ambos vivían en soledad y, a veces, les invadía la tristeza. Pero un día, al levantar la persiana, Catalina le dijo a Paco:
- ¡Qué día tan soleado, hace un sol radiante!
- Sí, Catalina, ¿ por qué no vamos al parque? El campo está vacío no hay nadie, contestó Paco.
Así, ambos se pusieron en marcha camino al parque. Para ello había que cruzar todo el campo. Decididos cogieron la silla mecánica, porque esta bruja era buena y no tenía escoba. Por el camino Paco vio a un peludo león, un tanto chanchanchán y se asustó.
- ¡Socorro un león, que miedo! ¡Catalinaaaaaaaaaaa!
- ¿Qué pasa, Paco? Sólo es un león y el pobre está tan solo como tú y yo.
Catalina se acercó y le preguntó:
- Hola león, ¿cómo te llamas? Soy la bruja Catalina.
- Hola Catalina, soy el león Bruno y no hago daño ni a un mono.
- Pues vente con nosotros, vamos camino a un parque.
Los tres siguieron el camino despacio pero alegres por no estar solos. Un poco mas tarde encontraron a un activo gato.
- Hola gatito, ¿qué haces por aquí tan solo? - preguntó Catalina -.
- Hola, me he perdido y no encuentro el camino a casa. Soy el gato Ramón y vivo en el otro lado del parque.
- Pues perfecto Ramón, únete a nosotros, vamos hacia el parque.
Continuaron su viaje con más ocupantes. Acto seguido apareció una veloz pantera con dientes tan grandes como palmeras. Esta pantera iba acompañada de su guapa compañera iguana. La pantera se llamaba Alegría y la iguana Libertad.
- Hola chicos, ¿a dónde os dirigís? - pregunto Alegría-.
- Vamos al parque, queremos pasar un momento agradable y no estar en el campo tan solos. ¿Queréis venir? - dijo Catalina -.
- Sí, nos encanta hacer amigos.
Siguieron su camino y de repente se oyó un cachetón.
- ¡Un momento! - gritó Paco -. Aquí pasa algo. ¿No oís?.
Todos se giraron y fueron hacía donde se había emitido el ruido. Encontraron a una oveja ligona que quería conquistar a una delicada mariposa.
- ¿Qué pasa aquí? - preguntó Paco -.
- No pasa nada, - dijo la oveja -.
- Sí pasa, le he plantado un cachetón porque quería ligar conmigo esta oveja vieja, y yo estoy enamorada de un Ángel que vive en el parque.
- No te preocupes mariposa, puedes acompañarnos, nosotros te llevaremos hasta él - dijo Catalina -.
Después de este largo camino todos llegaron al parque. En él, sobre una nube había una pequeña hada muy poderosa. Era la dueña de ese parque, pero muy contenta a todos recibió con un baile. Esta historia los unió a todos y desde entonces fueron amigos. La pantera Alegría, que le encantaba contar historias, decidió escribir un libro para contarle a todos los seres la importancia de los amigos y la felicidad que transmiten en su vida. Hay que cuidarlos pues son la familia que uno elige. Pese a ser especies diferentes, encajaron todos perfectamente.
Colorín colorado, esta pequeña historia ha finalizado.
Coro Casimiro Márquez, 3º Educación Primaria.
miércoles, 25 de marzo de 2015
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
![]() |
Ilustración de Benjamin Lacombe |
Nunca he pensado que fuera una niña especial. De pequeña era
una niña alegre, o eso cuentan. Pero ya no tanto. No es que esté triste, pero
entiendo la tristeza y prefiero la soledad. Mi madre lo llama edad del pavo,
estar en mi nube. También dice que
así al menos no molesto tanto como mi hermano.
Una tarde de la semana pasada, en el parque, hice un test
estúpido de una revista. Qué animal te
define. Antes de empezar a hacerlo, miré los posibles resultados: león,
mariposa o iguana. Pensé que me sentía identificada con la fuerza del primero,
lo delicado de la segunda... Mis peores presagios se cumplieron: salió iguana. "Fantástico", pensé. No un pájaro, que puede volar, que tiene alas;
no un gato, que es peludo y adorable; no una pantera, que es un animal poderoso
y atractivo. No. Un maldito lagarto.
No me resistí y pasé por la nueva tienda de mascotas del
barrio. Tengo que mirar a uno de esos bichos a los ojos, pensé. Entré en la
tienda, pregunté por el animal, me señalaron dónde estaba. "Sólo tenemos
una", dijo el vendedor; "la he llamado Mariela", dijo sonriente.
Perfecto. La única iguana en, probablemente, kilómetros a la redonda y se llama
como yo. Mi nombre, sí, ese que no es muy común. Mientras me acercaba a la urna, empecé a ponerme nerviosa. Me asomé y clavé mis
ojos en aquel animal . Éste giró la cabeza, despacio. Se acercó al cristal,
activo, sorprendentemente ágil. No me dio miedo, al contrario. No desprenden
precisamente alegría pero sí tranquilidad.
No sé exactamente cuánto tiempo estuve allí. Pero sí que
hubo una comunicación especial entre ese ser tan verde y yo. Movíamos la cabeza
a la vez, como un baile.
Volví a casa, me senté en la silla de mi padre, subí bien la
persiana, dispuesta a investigar. Y busqué en uno de sus libros a ese animal que
tanto me definía. Les gusta el sol. Bien. Comen hojas.
Mal, odio las espinacas. En libertad, viven en selvas. Bien, a mí me encanta el
campo. Tienen tres ojos, no tienen orejas ni dientes... ¡Pero qué tontería!
¿Qué estaba haciendo? ¿Iba a dar crédito a una de esas brujas que escriben en
cualquier sitio diciendo cosas que la gente quiere oír?
Los días siguientes, las iguanas se colaban como por arte de
magia en las conversaciones con mis padres. No entendía el motivo. Escuchaba el
nombre de ese animal en muchos lugares. Mi hermano pequeño presentaba una
extraña y repentina obsesión. "¡Se me ha caído un diente! ¡Qué guapo! Las
iguanas no tienen dientes, ¿verdad?".
Unos días después, mi madre me sentó en el sofá. Yo esperaba
un momento incómodo, alguna riña. "Mariela, te veo rara y yo quiero que
estés contenta. Por eso, te he comprado un regalo". Sacó una extraña caja agujereada y, después de darme un cachetón cariñoso y un
beso, me la entregó. "El otro día te vi entrar en la tienda y
mirarla.", me dijo.
Abrí la caja y, boquiabierta, vi a la otra Mariela. Sonreí.
"¿Te gusta?", me preguntó mi madre. "Seguro que nos llevamos
bien", respondí.
Rocío Méndez Pérez, 3º Educación Primaria.
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
-¡Alegría!, ¡Alegría!-se oía desde el otro lado del pasillo.
Intento con todas mis fuerzas abrir los ojos, pero el
cansancio vuelve a apoderarse de mí.
-¡Pequeña, levántate o llegarás tarde a clase!- la misma voz
de nuevo.
Noto que algo me hace cosquillas en los pies y doy un brinco
en la cama.
-¡Aaaaaaah!- grito de puro miedo.
Levanto las sábanas titubeando y ahí está, como todas las
mañanas, mi gato, Peludo, que una vez más viene a darme los buenos días. Miro corriendo el reloj. ¿Qué hora es? ¡Oh, oh! mamá va a
enfadarse mucho, he vuelto a quedarme dormida. Me levanto de un salto y me
visto rápidamente.
-¡Mamá!- la llamo alegremente.
¿Ya se ha levantado la princesa de la casa?- responde mi
madre dándome un achuchón, de esos que te cortan hasta la respiración.
-¡Aaay!- gruño entre dientes.
Consigo zafarme antes de que sea demasiado tarde. Voy veloz
a la mesa, cojo mis libros con una mano y el desayuno con la otra. Me paro un
momento antes de irme a clase para tirarle un beso a mi madre, desde la puerta,
no vaya a ser que el monstruo de los achuchones vuelva a hacer de las suyas.
Miro el reloj, es tardísimo, así que empiezo a correr. Paso
dando saltos por el parque, le sigue la heladería de Teo y llego casi sin
aliento a la tienda de disfraces que tanto me gusta. La miro con tristeza,
prometiéndome a mí misma que volveré más tarde a ver ese fantástico disfraz de
mariposa que tanto me gusta. Quizás también pueda venir Peludo conmigo. ¿Harán
disfraces para gatos?
De repente vuelvo a mirar la hora.
-¡La señorita Rita me va a matar!- grito sobresaltada.
Vuelvo a reanudar mi caminata, corriendo cada vez más
rápido, más rápido, más… ¿Este campo estaba aquí? Y ¿esa casa de dónde ha
salido? Miro a mí alrededor. ¡Esto no me suena de nada!
-Alegría cálmate- me digo a mí misma.
De pronto, a lo lejos oigo un susurro, me acerco despacio e
intentando no hacer ruido. Alguien tararea una extraña canción.
-Sea quien sea canta fatal- pienso para mí.
“En una iguana o en una pantera,
yo te convierto en lo que quieras.
Soy la bruja Soledad,
escucha mi nombre y ponte a temblar.
Con el diente de un león y el ala de un
pájaro,
serás un escarabajo.
¿Te gusta la libertad?
¡Pues con mala bruja has ido a dar!”
-Esto no me gusta nada- me digo a mi misma.
Comienzo a dar media vuelta con la intención de salir
pitando. ¡Oh, oh!, tropiezo con una rama, pierdo el equilibrio y caigo rodando
en dirección contraria. ¡Vaya suerte la mía!
-¡Maldita sea!- grito mientras me froto la malherida pierna.
-¡Niña insolente! ¿Cómo te atreves a interrumpirme?- grita
la mujer cantarina.
-¿Tú sabes quién soy? ¡Mi nombre es Soledad y soy una
poderosa bruja!- me grita de nuevo abriendo sus grandes ojos.
Intento hablar, pero solo consigo balbucear.
-Lo sien…to, yo so…lo quería…- intento vocalizar sin éxito
alguno.
Estoy aterrada, intento levantarme pero no soy capaz, la
pierna me duele demasiado.
-¿Dónde crees que vas?- vocifera la bruja.
Saca algo similar a un palo y el sol comienza a ocultarse
entre las nubes. No sé que pretender hacer, pero sea lo que sea no tiene buena pinta.
-¿Dónde están los chicos guapos que te rescatan cuando estás
en apuros?- repito interiormente una y otra vez.
La bruja comienza a soltar maldiciones y cuando parece que
las cosas no podían ir a peor, me apunta directamente con su barita. Chanchanchan,
da tres toques y bailando exclama:
“Orejas de sapo, esta
niña se convertirá en un renacuajo”
El fin ha llegado, de esta no me salva nadie. Cierro los
ojos lo más fuerte posible, esperando lo peor. Se oye un ruido lejano. ¿Un
pitido? Abro los ojos con miedo, veo una
silueta que me es familiar. ¡La silla de mí escrito con el uniforme del
colegio! Aún no puedo creerlo, me doy una cachetada que me activa por
completo y hace que vuelva a la realidad. Todo ha sido un sueño. A mis pies
está Peludo durmiendo delicada y plácidamente.
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
Se abre el telón y
empieza el concurso. Vamos a encontrar un presentador y cinco concursantes.
Presentador:
¡Bienvenidos! Nos encontramos en la décima edición y vamos a dar comienzo al
maxiconcurso, pero antes me presentaré. Mi nombre es Máx y como ya os habéis
podido imaginar soy el presentador del concurso. A ver si adivináis que animal
soy, si yo os digo que soy pequeño, tengo cuatro patas y mi aspecto es parecido
al de una gran pantera… ¿Os hacéis ya una idea? Bueno una última pista, me dan
miedo los perros. En efecto, soy un gato negro muy guapo, con ojos amarillos
saltones. ¡Bueno! ¡Bueno! Ahora vamos a dar paso a los concursantes. El jugador número uno viene desde muy lejos, se trata de la señora
Iguana, y ¿cómo no? se ha colocado sus galas más preciadas, lleva un chaquetón
azul con un collar de perlas.
Nada más colocarse en su silla, todo el plato
se inunda de alegría.
Señora Iguana:
¡Buenas! Es un placer volver a concursar. Creo que es muy tarde, ya debería
conocer a mis oponentes. Asique aligera Máx.
Rápidamente, una
bruja muy veloz entra en el plato. Tan rápido que al presentador no le da
tiempo presentarla al público. Podemos ver que tiene unos dientes muy
afilados, y lleva en su mano derecha un libro de conjuros, todo el mundo se fija
en un pendiente en forma de escoba que lleva en su oreja.
Bruja: ¡Hola, soy
Alice! Vengo de Irlanda y seguro ganaré y si no con mi magia os convertiré
a todos en nube de polvo. ¡Jajaja! Era broma. Por cierto me encanta el sol de
España, allí no disfrutamos de estas temperaturas.
Presentador:
Bueno Alice, mucha suerte he de recordarte que el libro lo tienes que guardar.
Despacio entra un
pájaro con unas alas fantásticas, llenas de colores, se le veía lleno de
alegría y muy contento.
El presentador se
dirige al pájaro: Haber pajarito y ¿tú de dónde vienes?
Pájaro:
Pues yo vengo del parque de Monfragüe, que se encuentra en Extremadura. Y
aunque dicen que tenemos mucha suerte porque disfrutamos demasiado en libertad
tenemos que tener mucho cuidado con los cazadores. Pues últimamente mi única
compañía es la Soledad.
Presentador:
bueno seguro que exageras, ya me habían comentado que eras un pelín cachetón.
Vamos
a seguir con las presentaciones. Desde el continente africano, viene el animal
más poderoso que podemos encontrar en la tierra, es un felino muy peludo que se
ha coronado como el Rey ¿Sabéis de qué animal se trata? ¡Ah! Seguro que sí, vosotros sois muy listos.
Se trata del león Kumak.
Kumak entra muy
alegre y activo, con una amplia sonrisa. Se trata de un león bastante guapo y
con un pelo muy suave. Se coloca en su
silla, después de saludar a los demás. En ese momento
entra nuestro último concursante, se trata de una mariposa delicada, de color
blanco con unos puntitos que la hacen brillar. Pero esa luz no era lo que
llamaba la atención hoy, si no su cara, pues tenía cara de tristeza.
Presentador: La pequeña mariposa viene del campo andaluz, y
quisiéramos saber ¿Qué le ocurre?
Mariposa:
No me he adaptado todavía a esto de la metamorfosis. Ojala ganará y me
concedáis el deseo de volver a ser otra vez un gusano.
¡Chanchanchanchan!
suena un gong para dar comienzo a la primera prueba.
Pero de repente se abre una persiana, y se oye una
voz.
Mamá: ¡Máx¡ ¡Máx!
¡Despierta! Vamos a llegar tarde al gran baile.
Máx: ¡Uff¡ Vaya todo ha sido un sueño, parecía
tan real. Algún día mamá seré presentador.
Mamá: Vale hijo,
así cumpliré mi sueño de ir a la tv. Pero ahora nos tenemos que ir al Baile.
Alejandra Fernández Fabián, 3º de Educación Primaria
domingo, 22 de marzo de 2015
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
LA AVENTURA DE RUMPEL
Había una vez,
hace mucho mucho tiempo, un reino lejano y fantástico donde habitaban hadas
bondadosas, reinas poderosas y brujas malvadas.
Pero
centrémonos en lo importante, mi nombre es Rumpel y vivo en este lugar. Soy un
gnomo pequeño, verde, alegre y me encargo del cuidado de los animales más
peligrosos que os podáis imaginar. Los leones y las panteras son delicadas
mariposas comparados con ellos.
El resto del
tiempo, vivo en soledad en lo alto de una montaña, que tiene las vistas más
hermosas de todo el reino. Pero bueno, solo, solo, no. Vivo con Rufus, mi gato.
Él es el que vive mejor, se pasa el día tumbado al sol y cazando pájaros e
iguanas. Es un gato peculiar, pero tiene buen corazón.
Todo era paz y
tranquilidad hasta que un día apareció la malvada y poderosa bruja Regina,
quien subida en una nube sobrevoló todo el reino llevándose la alegría y
sembrando la discordia y la soledad hasta en el último rincón del campo más
alejado. En un momento, y de forma veloz, había dejado todo el reino sumido en
una gran tristeza.
Las hadas del
reino me encomendaron la misión de recuperar la alegría que la bruja malvada se
había llevado. ¡A mí! ¡Cómo si no hubiese más gente en todo el reino! Mi
primera reacción fue encerrarme en casa y bajar todas las persianas, pero me di
cuenta de que Rufus seguía fuera cazando iguanas, así que tuve que salir muerto de
miedo. Salí despacio, confiando en que las hadas ya se hubiesen ido. Pero ahí
seguían, esperando mi respuesta. Mi amigo peludo me miró, me dio un cachetón y
tuve que aceptar sin más remedio.
Recordé que
tenía en la biblioteca un libro, en el que explicaba como derrotar paso a paso
a una bruja. Me lo compré en la mercatienda de brujería y hechizos, por si
algún día lo necesitaba.
Tenía que
hacer un brebaje, cuyos principales ingredientes eran ala de murciélago guapo,
oreja de dragón activo y diente de pantera en libertad. Para mezclarlo
necesitaba hacer un baile subido en una silla, si si, un baile en una silla ¡menuda
forma de hacer el ridículo! Menos mal que el sentido del ridículo lo perdí hace
mucho tiempo.
¡Chan chan
chan! El brebaje estaba hecho, ahora solo me quedaba el último paso: hacer que
lo bebiera la bruja, a ver quién es el guapo que se lo da.
Preparé una
tarta de chocolate que era la debilidad de la bruja y la coloqué en el medio
del parque del centro del reino. A media tarde, la bruja guiada por aroma
delicioso de la tarta llegó y se la comió entera y tanta sed le dio que se tomó
el brebaje de un trago ¡Al final fue más fácil de lo que parecía!
La bruja
inmediatamente se volvió el ser más bondadoso de todo el reino, y devolvió la
alegría y la paz que se había llevado ¡Todos me felicitaron por mi trabajo!
Y aunque han
pasado ya 250 años de esta aventura, todos seguimos siendo felices y comemos
todos los días perdices.
FIN
Paloma Sabido González, 3º Educación Primaria.
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
LAS AVENTURAS DEL SEÑOR LEÓN
En un lugar, cuyo nombre no recuerdo, vivía la señora
Soledad. De estatura pequeña, le faltaba algún que otro diente, pero era muy
guapa.
Estaba casada con un chico muy guapo, que se apellidaba
León. Un hombre fantástico, activo, muy peludo, y que no tenía miedo a nada ni a
nadie.
En los ratos libres
el señor León iba al campo con su gato y su iguana a pasear, a tomar un poco el sol (siempre y cuando las nubes no
se interponían al sol). Acostumbraba a llevarse una silla para leer un libro que se lo regaló su amiga, la bruja llamada
Libertad.
Cuando el señor León regreso a casa, un pájaro se apoyó sobre
él. Le entró una alegría inmensa, ya que nunca había visto un pájaro tan
cerca. León se lo llevó a casa y, pasadas unas horas, al pájaro se le notaba una tristeza enorme porque en esa
habitación en la que estaba no podía desplegar sus alas.
Soledad, en ese momento, entró en la habitación y le dio un cachetón
a su marido y le tiro de la oreja por encerrar al pájaro en la habitación con
las persianas bajadas. León chilló y, de los saltos que pegaba por el dolor del tirón
de oreja, parecía que estaba bailando,
como si una pista de baile se tratase.
Soledad le obligó a que fueran a un parque a soltar al
pájaro, y así fue, llegaron al parque y soltaron al pájaro de forma delicada y muy despacio, para que emprendiera
su vuelo hacia las nubes.
De vuelta a casa se encontraron con una mariposa y... ¿Qué
pasó? Chanchanchan. Pidieron un deseo y el señor León quiso que el pájaro
volviese a su hogar. En cuanto llegaron a su casa, vio venir a un pájaro que se
acerca veloz hacia él.
Carlos León Nieto, 3º Educación Primaria.
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
MERLÍN
Érase una vez un niño muy guapo y alegre cuyo nombre era Merlín. En él no existía la tristeza pero si la soledad.
Vivía en una casa de campo muy pequeña pero a su vez con unas persianas grandes por
donde entraba el sol cuando amanecía.
Era un niño muy activo y por eso, todas las tardes
iba al parque a jugar con sus amigos los
animales. Entre ellos había:
-
Una iguana azul llamada Libertad.
-
Un pájaro llamado Veloz.
-
Un gato peludo llamado
Cachetón.
Cuando llegó ese día al parque,
entre los árboles escuchó una voz que decía:
“¡Chan-Chan-Chan! En
este momento te convertirás.”
Merlín con mucho miedo, se aproximó despacio
y sin hacer ruido. Cuando miró entre los árboles, vio a una bruja
con un libro que parecía muy delicado, convertir a unos de sus amigos en un león muy poderoso.
Asustado, piso una rama de árbol caída, y la bruja que tenía unas orejas muy grandes lo escuchó.
“¿Quién anda ahí?”
– Preguntó la bruja.
“Soy un niño, me
llamo Merlín.” – Respondió Merlín.
“¡Deja que te vea!”
– Dijo la bruja.
Merlín salió con cuidado de su escondite, pero se tropezó con una piedra
cayendo al suelo, con tan mala suerte que se rompió un diente. Entonces, en ese momento, la bruja preocupada, corrió hacia él para
ayudarle. Con su varita mágica creó una silla para que el niño se sentara.
“¿Estás bien,
pequeño? “ – Pregunto la bruja.
“Si, pero me he
roto un diente” – Contestó Merlín.
“No te
preocupes, yo te lo arreglaré, pero antes deje que te enseñe todas las cosas
que puedo hacer” – Dijo la bruja.
La bruja llamada, Alegría, invocó con su
poder, a unas mariposas que con su vuelo
hicieron un baile mágico. Sin que Merlín se diera cuenta,
su diente volvió a estar como nuevo.
“Ya tienes tu diente,
ese es el poder del baile de las mariposas” – Dijo la bruja.
“Muchas gracias,
bruja Alegría, ya es de noche y debería de volver a casa, pero me da miedo” –
Dijo Merlín.
“No tengas miedo,
una amiga mía te acompañará” – Le tranquilizó la bruja.
En ese instante, salió entre los
árboles una fantástica pantera
negra.
“Ella te acompañará a casa” – Le
dijo la bruja.
“¡Oh, gracias bruja Alegría, cómo
podré agradecerte todo esto! – Respondió Merlín.
“No tienes que agradecerme nada
niño, si quieres venir a jugar conmigo, aquí estaré” – Contestó Alegría.
“¡No lo dudes, vendré todas las
tardes! “ – Respondió Merlín.
Y así es como un niño llamado
Merlín, se convirtió en un gran mago.
FIN
Oficina de Redacción Literaria Disparatada
Olía a soledad nada más pisar la seca hierba que aún quedaba
en el jardín delantero de la casa. Se
escondió el sol, y se acoparon las pocas nubes que tristemente asomaban en una tarde
soleada. Tenía miedo, pero todos ellos me animaban poderosamente desde la acera
de enfrente.
El momento más delicado de mis nueve primaveras. Empezaba a titubearme el mentón, los dientes rechinaban
y notaba que me temblaban hasta las orejas. Las mariposas revoloteaban dentro de mi
estómago como si de una hormigonera se tratase. Muy despacio, di el primer
paso, con el cual ya no podía mirar atrás, porque… no sé por qué, pero no
podía. A medida que iba avanzando hasta la ventana de la casa se me pasaron
cien mil cosas por la cabeza, de las
cuales salía victorioso en la mayoría de ellas.
Maldigo el momento en el que cogí el palo con las dos manos,
lo apreté con tanta fuerza, que pude hacer hasta zumo de salvia. Mi equipo
perdía por dos vueltas, y lo que menos nos apetecía en ese momento o por lo
menos a mí, era recoger pelotas. Así que cuando cogí el palo, lo único que
pensaba era en batear lo más fuerte posible, para que Marcos, que se encontraba
a 5 bases de dar una vuelta, nos pudiese salvar de no recoger pelotas.
Pero no fue Marcos el que nos salvó, sino yo. Hice un home
run, pero como la propia palabra en inglés dice, “carrera a casa”. Cogió una
trayectoria rectilínea con la mala fortuna de ir a parar a la casa abandonada
de la vieja bruja del pueblo. Rompí una ventana, rompí una persiana… Yo no sabía ni dónde
meterme, y lo peor de todo es que la bola no era mía sino del hermano de
Antonio. El amigo ceporro, que por no tragarse una riña del hermano, me hizo ir
a por la pelota. Y eso que le insistí, pero ni por esas.
Nadie tenía constancia
de la dueña de la casa desde que la vieron por última vez en la misa de su
hermano que falleció hace 15 años. Ninguno de nosotros nos acordábamos de su
nombre, eso sí, recuerdo una breve historia de mi padre que me contó, que el hermano no murió por muerte natural, sino que lo mataron.
Puse las dos manos sobre el cristal roto de la ventana, mi
cabeza entre medio de las dos manos y me dispuse a mirar. Había un silencio
inédito, no se escuchaban ni un pájaro piar, ni un gato maullar. Reconozco que
tenía miedo, pero cuando no vi nada, entré la mano por el agujero que
previamente había hecho la pelota para quitar el cerrojo a la ventana, lo subí
lentamente para no hacer ruido, cuando lo enganché en la posición de abierto
noté algo peludo que me tocaba.
No quería ni abrir los ojos, saqué la mano que
parecía que me quemaba. Volví a poner de nuevo las dos manos sobre el cristal,
la cabeza en medio y volví a mirar. Observé que las cortinas, eran de tela con
un bordado que parecía la melena de un león. También vi al fondo de la sala una
mesa y tres sillas colocadas encima de ella. Algún que otro cuadro colgado en
la pared y una sábana encima de un supuesto sofá de cuero marrón. Pero la
pelota no conseguí verla.
Subí la pesada ventana que sujeté con mi mano derecha
mientras entraba las piernas dentro de la casa, eché una última visual a mis
amigos que desde la acera de enfrente, todos me daban ánimo, pero a ninguno se
le alzaba la voluntad de venir a estar conmigo. Puse la pierna izquierda dentro
de la casa y cuando fui a dar el primer paso, noté algo raro al pisar. Era un pequeño
libro lleno de polvo, soplé y el polvo parecía esparcirse cómo si de algo fantástico se tratase. En la portada
aparecía una iguana subida a un árbol y se titulaba “La selva en Bombay”. Lo
escribió un tal “Chanchanchan” que por la foto que aparecía en la contraportada,
parecía un Chamán.
Con mucho miedo, alcé la voz y pregunté: ¿Hay alguien? Del
miedo que tenía, parecía que me habían contestado, miré hacía todos los lados,
en busca de la dichosa pelota, pero lo único que vi fue un montón de cuadros de
animales colgados en la pared. Uno de los que más me llamó la atención fue un
cuadro de una pantera y un hombre, me supuse que era el hermano de la bruja
anciana. Debajo del cuadro había una poesía, un tanto surrealista, ya que había
en cada metro de pared, un cuadro de Adelardo Covarsí.
Al
animal hay que respetar.
Cuando
se encuentra en libertad
con
alegría debemos comer
con
alegría debemos beber.
Siempre
que la tristeza tú no dejes ver.
Parecía una casa abandonada, en la que imperaba el polvo.
Por fin vi la pelota, que se encontraba debajo de un mueble blanco, que
aguantaba una lámpara de cristal y dos figuras de Lladró, una de un toro y la
otra de una muñeca. Cogí la pelota y salí volando de la casa, y eso que no
tenía alas. Las mariposas revoloteaban aún más activas, cuando llegué a la
acera donde estaban, nada más que sabía decir: “que guapo que guapo”, estaba
alegre por la adrenalina que había soltado, pero a la misma vez había una
sensación dentro de mí que me animaba a volver a entrar en la casa. Pero no iba
a ser hoy, lo tenía claro. Hice el baile del Cowabunga, imitando a “ballenita”
José María. Que, instintivamente, me soltó un cachetón.
Volvíamos a poder jugar, aunque por lo menos no bateamos, yo
seguía dándole vueltas a la cabeza, tenía una visualización de la casa en mi
cabeza, quería descubrir que había y cómo era, pero aún con el susto en el
cuerpo, no podía pensar con claridad.
Me disponía a batear…
Alonso Becerra Salguero, 3º Educación Primaria.
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