lunes, 30 de marzo de 2015

Oficina de Redacción Literaria Disparatada (ORLD)


                                                    ¿BAILAMOS EN SILENCIO?





No sé si empezar por el principio porque en realidad  no tiene mucha importancia. Quizás caería en ese hablar demasiado y a casi nadie le gusta que se hable por los codos. La verdad es que el silencio es buen amigo de un niño. Sirve para ciertos ocultamientos, planear travesuras, disfrutar de la soledad necesaria, vencer el miedo, leer cuentos e incluso para bailar... 

Mi problema principal, cuando hice la matrícula en la escuela de baile de mi ciudad, es que me resultaba prácticamente imposible estar callada durante la hora y media de ensayo. Otro problema añadido es que parecía un poco torpe a la hora de distinguir la izquierda y la derecha. Soy una muchacha con una poderosa alegría. Poco más pueden decir de mí, porque no me gusta que me definan -me pongo muy colorada- ni me parece oportuno describirme como si me dibujase con colores chillones. 

La danza es un arte delicado que nos lleva a una educación corporal a veces demasiado estricta. Conseguía, poco a poco, ser veloz y daba rienda suelta a la libertad de mis pies con cierto sentido del ridículo agudizado. 

Esa señora era una bruja y pretendía que, con las persianas bajadas y una luz tenue, me concentrase en las primeras notas del piano y disfrutase como una pantera que descarga su agresividad en pocos minutos ante su presa. Y sin hablar. Yo no puedo bailar ni hacer nada sin decir ni una sola palabra. ¡Qué complicado! La profesora de danza pronunciaba mi nombre con tanta fuerza que lo que apetecía era esconderse después de quitarme un tutú que, al correr, se movía más cursi que una mariposa en una florecilla aislada del parque

- Despacio, más despacio. ¡No te precipites tanto en los saltos!, expresaba esta mujer airada. 

Me iba a casa tarde y, en el trayecto corto que decidía cuando debía ensayar, me encontré un libro abierto sobre un banco. ¿Lo dejo? No, creo que lo mejor que hice fue recogerlo y meterlo en mi mochila. 

- ¡Fantástico! El libro es una casualidad curiosa en este momento, decía ante el espejo del cuarto de baño. 

Me subí a la silla para peinarme esa larga melena que se enreda con cualquier cosa y me acordé, con una tristeza espantosa, de la actitud de mi profesora. Buenas noches.  

Un sol y una minúscula nube me daban los buenos días. Los rayos conseguían penetrar hasta mi última sábana de invierno. Me vestí rápido, porque bailaba en quince minutos en un teatro de mi distrito y apenas me daba tiempo. Tropezaba con una cantidad de obstáculos mañaneros: el gato peludo de mi vecina, el guapo oficinista que hacía un descanso a esas horas y la señora que coge el metro armada con escudo de guerra. Sin querer, me premió con un cachetón en la espalda, pues la intención era que me diera algo de prisa en recoger mi resguardo. 

Mi afición a hablar me llevó por el camino de contar atropellada todo lo que me apetecía. Hasta que me di cuenta de que tenía el libro del parque en la mochila. Lo saqué y, con actitud modosa, me dispuse a leer cuatro páginas de, más o menos, la mitad de la obra. Decía así: " Un pájaro se limpió su ala cuando terminó la batalla con el león por el amor de una iguana en medio del campo". 

- ¡Qué mezcla animal tan extraña!, grité. ¿Un león y un pájaro peleando por ser amantes de una iguana? ¿Un pájaro ganando a un león? ¡Qué pareja harán una iguana y un pájaro!, repetía insistente. 

El libro ilógico de animales había conseguido que estuviera en silencio diez minutos y el trayecto hasta la función de baile se hizo mucho más entretenido de lo habitual. Sin esperarlo, al salir del metro, un chico guapo se dirigió a mí: 

- ¿Eres esa artista que no sabe bailar en silencio? Me han dicho que podía verte esta tarde en la función repetida de las siete.  

- No entiendo esa fama. Es por culpa de mi alegría y entusiasmo, puesto que no sé estar quieta sin expresarme verbalmente. 

- Prueba a bailar conmigo, insinuó el chico que, además de guapo, dejaba ver un carácter alegre

Estuve más de tres minutos inmóvil y callada. ¡Asombroso! No supe qué era lo más adecuado. Me fijaba en su oreja pequeña y en un diente sobresaliente que le daba picardía a una sonrisa sencilla. Enmudezco. ¡Chanchanchan! ¡Oh! ¿Y ahora qué?  Me acordé del libro absurdo de animales y de su lucha en la que ganaba el más débil. Quise contestarle: 

- Sí. Cuando termine la función bailo contigo. Será la única forma de mejorar. Sabré tragarme todas la palabras que podría decir. 

Desde entonces, bailamos juntos de vez en cuando y nunca terminé el libro que empecé por la mitad. Eso sí, el pequeño fragmento, que accidentalmente leí, me dijo más de lo que yo podía alcanzar a comprender con esa edad. Ahora bailo en silencio en teatros y rincones de la casa. Ensayo con disciplina y logré respetar el límite de palabras que se puede decir en el momento oportuno. 

Silencio. Me hago mayor y jamás pensé que alguien me pediría bailar. 

María Victoria Soriano García 

(vuestra profesora de Lengua y Literatura que ha querido participar igualmente en esta actividad de la ORLD) 

Nota: Recuerdo que las palabras subrayadas son las que tenían que aparecer en la composición de cada uno y fueron elegidas por todos los alumnos y la profesora en el aula a golpe de impulso. 


Oficina de Redacción Literaria Disparatada








Ha pasado mucho tiempo, aun así tengo muchos recuerdos de mi infancia. Recuerdos que muchas veces me producen una gran alegría pero a la vez una profunda tristeza, al saber que nunca más volverán a suceder esos hechos. 

Recuerdo esas tardes con los amigos en el parque jugando al fútbol, esas tardes en las que aquel parque se convertía para nosotros en un fantástico campo de fútbol. El sol apretaba con todas sus fuerzas pero no nos preocupaba en ese momento

Pero, sin duda, mi mejor recuerdo fue cuando en el parque, ya pasada la tarde, nos encontramos un gato jugando con una pequeña pelota. Era un gato muy peludo, con una pequeña herida en la oreja. A pesar de su pequeño tamaño, para nosotros era como un león. Nos acercamos muy despacio, con mucho miedo de que nos atacara. Un adulto que estaba allí leyendo un libro, y que le faltaba un diente, nos dijo que no tuviésemos miedo pues ese gato era igual de inofensivo que una mariposa. De todas formas, sabíamos por experiencia que un gato es un animal muy veloz y activo aunque a la vez pueda ser muy delicado

En ese momento, mi madre subió la persiana y gritó mi nombre por la ventana. Yo pensé que iba a ganarme un cachetón, pero en realidad me avisó para que me vistiese guapo para asistir al baile de fin de curso de mi hermana. Me enfadé mucho, me sentía como un pájaro al que le falta un ala y no puede volar en libertad. 

Mi madre no era ninguna bruja, pero cada vez que me llamaba para subir a casa me causaba una gran sensación de soledad. Yendo hacia mi hogar vi una gran nube oscura, la naturaleza es tan poderosa que puede hacer que pases dos horas preparándote y, finalmente, acabar empapado y no te ha servido para nada todo ese tiempo. 

Cuando subí a casa, me encontré a mi padre muy alegre sentado en una silla. Iba vestido con un traje con el que estaba muy guapo. Antes de salir, mi madre me encargó echarle de comer a mi iguana, que se llamaba Chanchanchan. Una iguana tan negra como una pantera y que me producía una gran alegría porque era una mascota a la que tenía mucho cariño. 

Fernando Macías Arjonilla, 3º Educación Primaria. 

Oficina de Redacción Literaria Disparatada





Una tarde de primavera, volaba cerca de una nube una alegre mariposa. De repente, se tropezó con una bruja a la que le faltaba un diente y una oreja. 

Era tan poderosa que, a través de un hechizo, hizo que la mariposa perdiera un ala. Ahora, la pobre, se encontraba en un momento delicado y sentía una gran tristeza por lo que había ocurrido. 

El sol, que lo había visto todo, llamó a los animales cercanos y, entre ellos, estaba la iguana, el gato, la pantera, el veloz león y un pájaro llamado Alegría; para contarles lo que había sucedido. Tenían que ayudar a mariposa con el fin de que volviera a volar en libertad. El peludo león se dirigió hacia un parque y allí encontró una silla, se acercó despacio y, en ella, observó que tenía unas letras que la distinguían. En ellas ponía: "Alegría". Después, regresó al mismo lugar donde les citó el sol. 

El guapo gato le dio un cachetón y se dirigió hacia el campo lleno de flores silvestres. Se topó con una persiana rota y regresó al mismo sitio donde se encontraban los demás. 

La pequeña iguana tenía miedo de ver a la bruja y que le pasara algo malo. La pantera vio a lo lejos algo que resplandecía y un pájaro muy guapo se acercó a ver qué ocurría. Chanchanchan... Un fantástico libro halló en la soledad de una colina y activó un baile con piruetas en el aire. 

Ana Belén Leal Lencero, 3º Educación Infantil. 

Oficina de Redacción Literaria Disparatada

                                          EN BUSCA DE LA LIBERTAD



Por fin llego la libertad, aún quedaban horas para disfrutar de este maravilloso día. Habíamos conseguido escaparnos de aquella poderosa bruja cuyo nombre era raro. ¡Nunca nos acordábamos!
Ese parque era un infierno para nosotros, lleno de momentos de soledad y tristeza, pero sobre todo miedo. No había un solo día que pudiéramos disfrutar de aquel fantástico sol del que todo el mundo hablaba, solo veíamos días grises, llenos de nubes, y lo peor de todo era que esos días nadie venía a visitarnos. Lo único bueno que tenía vivir aquí era cuando, niños como tú, venían a jugar con nosotros.  ¡Esos días sí que estaban llenos de alegría!

Pero, de repente, las cosas empeoraron, la Bruja Eris se volvió aún más delicada, ya no dejaba entrar ni siquiera a los niños.

Un día estando en mi jaula, me di cuenta de que todo estaba cambiando. Mi vecino, el gran León, que siempre había sido muy activo, ahora dormía casi veinte horas al día. No podía permitirlo, pues la tristeza se estaba apoderando de nuestras vidas.  Todos sabíamos cuándo las cosas iban mal, solo con hacer un pequeño ruido entre las rejas nos comunicábamos. 

Y así fue, apenas rocé mis dientes con las rejas cuando el pájaro Paco llegó, agitando sus alas fuertemente. La mariposa Rosa le seguía y la iguana Juana, aunque un poco más despacio, también apareció. Después de tantos años aquí, lo mínimo era tener un nombre. Pero alguien faltaba, hice un pequeño recuento:

-¡pájaro Paco!
- ¡Presente!
-¡mariposa Rosa!
-¡Presente!
-¡Iguana Juana!
- ¡Presente!
-¡León Hipólito!
-¡Presente!
-¡Pantera Alegría! …. ¡Eh, sí, soy yo!
-¡Gato Lucas!
    Chan chan chan...

Sonó una melodía de esas que aparecen en las películas para dar más tensión al asunto y nadie me contestó. Como siempre, el gato peludo estaba durmiendo y teníamos que ir a despertarlo. Pero las cosas no pintaban nada bien, porque el gato Lucas vivía al lado de la bruja y no podíamos hacer ni un solo ruido si queríamos ser felices para siempre. El pájaro Paco era el encargado de vigilar a la malvada bruja, mientras que la iguana Juana lo despertaba. Paco empezó a volar  y observo a la bruja desde la persiana. Estaba sentada en una silla, leyendo un libro, o por lo menos eso parecía. ¡Seguro que no estaba planeando nada bueno!

Nunca os he hablado de cómo es la bruja y creo que es el momento, porque afortunadamente no la veremos más. Desde que pusimos el pie aquí sigue igual: vestida y guapa… ¡No lo es! . Siempre me pregunté cómo una persona tan pequeña podía tener tanta maldad.  

Vamos a centrarnos, Juana ya había conseguido despertar al gato Lucas con un pequeño cachetón. No sé cómo se atrevió porque mira que tenía mal despertar... Ahora solamente tendríamos que ir hasta la puerta y salir a correr.  Pero las cosas no eran tan fáciles, de una bruja con nombre de diosa griega de la discordia no íbamos a escapar tan fácilmente. Teníamos que idear un buen plan.

-¡Lo tengo!  Dijo el gato Lucas.

Nos contó su pequeño plan  y la verdad que, a pesar de ser un dormilón, tiene muy buenas ideas. Solo necesitábamos un pintalabios, y yo de esas cosas no tenía, pues una pantera felina y salvaje como yo no podía permitirse tener eso.  Seguro que la iguana Juana tendrá, a ella le encanta ponerse guapa para Paco, aunque no lo admita todos sabemos que está enamorada de él. Ya habíamos pintado a la mariposa de color rojo cereza, ahora parecía otra, estaba irreconocible. 

Cruzó la ventana y se posó en el libro. La bruja al verla cogió el cazamariposas e intentó atraparla, pero Rosa estaba muy entrenada y voló hasta la jaula vacía, la más grande de todas y que siempre nos imaginamos que podría ser la casa de un enorme elefante. La bruja entró y Paco cerró rápidamente la puerta, ahora estaba atrapada y le tocaba vivir allí encerrada como lo habíamos hecho nosotros. No nos lo podíamos creer, estábamos alegres, éramos libres. ¡Podríamos correr por el campo y hacer nuestro baile de victoria!


Ahora llevamos un año viviendo en la selva, libremente, aunque todos juntos. Juana y Paco se casaron, Hipólito ahora solo duerme diez horas al día y Lucas, aunque sigue tan dormilón, nos alegra los días. 
- ¿Yo? Yo sigo como siempre, haciéndole justicia a mi nombre. 

María Flores Gómez, 3º Educación Primaria

Oficina de Redacción Literaria Disparatada


                                        EL MUNDO CAÓTICO DE CATALINA 



En un país encantado y fantástico, vivía una guapa bruja, la bruja Catalina. No era malvada, como el resto de sus primos. Era una bruja buena que ayudaba a todo el mundo. Su mascota era un alegre pájaro de nombre Paco. Juntos formaban la pareja perfecta. Ambos vivían en soledad y, a veces, les invadía la tristeza. Pero un día, al levantar la persiana, Catalina le dijo a Paco:

 - ¡Qué día tan soleado, hace un sol radiante! 
- Sí, Catalina, ¿ por qué no vamos al parque? El campo está vacío no hay nadie, contestó Paco.

Así, ambos se pusieron en marcha camino al parque. Para ello había que cruzar todo el campo. Decididos cogieron la silla mecánica, porque esta bruja era buena y no tenía escoba. Por el camino Paco vio a un peludo león, un tanto chanchanchán y se asustó. 

- ¡Socorro un león, que miedo! ¡Catalinaaaaaaaaaaa! 

- ¿Qué pasa, Paco? Sólo es un león y el pobre está tan solo como tú y yo.

Catalina se acercó y le preguntó: 

- Hola león, ¿cómo te llamas? Soy la bruja Catalina. 

- Hola Catalina, soy el león Bruno y no hago daño ni a un mono. 

- Pues vente con nosotros, vamos camino a un parque. 

Los tres siguieron el camino despacio pero alegres por no estar solos. Un poco mas tarde encontraron a un activo gato. 

- Hola gatito, ¿qué haces por aquí tan solo? - preguntó Catalina -. 

- Hola, me he perdido y no encuentro el camino a casa. Soy el gato Ramón y vivo en el otro lado del parque. 

- Pues perfecto Ramón, únete a nosotros, vamos hacia el parque. 

Continuaron su viaje con más ocupantes. Acto seguido apareció una veloz pantera con dientes tan grandes como palmeras. Esta pantera iba acompañada de su guapa compañera iguana. La pantera se llamaba Alegría y la iguana Libertad. 

- Hola chicos, ¿a dónde os dirigís? - pregunto Alegría-.

 - Vamos al parque, queremos pasar un momento agradable y no estar en el campo tan solos. ¿Queréis venir? - dijo Catalina -. 

- Sí, nos encanta hacer amigos. 

Siguieron su camino y de repente se oyó un cachetón. 

- ¡Un momento! - gritó Paco -. Aquí pasa algo. ¿No oís?. 

Todos se giraron y fueron hacía donde se había emitido el ruido. Encontraron a una oveja ligona que quería conquistar a una delicada mariposa. 

- ¿Qué pasa aquí? - preguntó Paco -. 

- No pasa nada, - dijo la oveja -. 

- Sí pasa, le he plantado un cachetón porque quería ligar conmigo esta oveja vieja, y yo estoy enamorada de un Ángel que vive en el parque. 

- No te preocupes mariposa, puedes acompañarnos, nosotros te llevaremos hasta él - dijo Catalina -.

Después de este largo camino todos llegaron al parque. En él, sobre una nube había una pequeña hada muy poderosa. Era la dueña de ese parque, pero muy contenta a todos recibió con un baile. Esta historia los unió a todos y desde entonces fueron amigos. La pantera Alegría, que le encantaba contar historias, decidió escribir un libro para contarle a todos los seres la importancia de los amigos y la felicidad que transmiten en su vida. Hay que cuidarlos pues son la familia que uno elige. Pese a ser especies diferentes, encajaron todos perfectamente. 

Colorín colorado, esta pequeña historia ha finalizado.

Coro Casimiro Márquez, 3º Educación Primaria.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Oficina de Redacción Literaria Disparatada


Ilustración de Benjamin Lacombe

Nunca he pensado que fuera una niña especial. De pequeña era una niña alegre, o eso cuentan. Pero ya no tanto. No es que esté triste, pero entiendo la tristeza y prefiero la soledad. Mi madre lo llama edad del pavo, estar en mi nube. También dice que así al menos no molesto tanto como mi hermano.

Una tarde de la semana pasada, en el parque, hice un test estúpido de una revista. Qué animal te define. Antes de empezar a hacerlo, miré los posibles resultados: león, mariposa o iguana. Pensé que me sentía identificada con la fuerza del primero, lo delicado de la segunda... Mis peores presagios se cumplieron: salió iguana. "Fantástico", pensé. No un pájaro, que puede volar, que tiene alas; no un gato, que es peludo y adorable; no una pantera, que es un animal poderoso y atractivo. No. Un maldito lagarto.

No me resistí y pasé por la nueva tienda de mascotas del barrio. Tengo que mirar a uno de esos bichos a los ojos, pensé. Entré en la tienda, pregunté por el animal, me señalaron dónde estaba. "Sólo tenemos una", dijo el vendedor; "la he llamado Mariela", dijo sonriente. Perfecto. La única iguana en, probablemente, kilómetros a la redonda y se llama como yo. Mi nombre, sí, ese que no es muy común. Mientras me acercaba a la urna, empecé a ponerme nerviosa. Me asomé y clavé mis ojos en aquel animal . Éste giró la cabeza, despacio. Se acercó al cristal, activo, sorprendentemente ágil. No me dio miedo, al contrario. No desprenden precisamente alegría pero sí tranquilidad.

No sé exactamente cuánto tiempo estuve allí. Pero sí que hubo una comunicación especial entre ese ser tan verde y yo. Movíamos la cabeza a la vez, como un baile.

Volví a casa, me senté en la silla de mi padre, subí bien la persiana, dispuesta a investigar. Y busqué en uno de sus libros a ese animal que tanto me definía. Les gusta el sol. Bien. Comen hojas. Mal, odio las espinacas. En libertad, viven en selvas. Bien, a mí me encanta el campo. Tienen tres ojos, no tienen orejas ni dientes... ¡Pero qué tontería! ¿Qué estaba haciendo? ¿Iba a dar crédito a una de esas brujas que escriben en cualquier sitio diciendo cosas que la gente quiere oír?


Los días siguientes, las iguanas se colaban como por arte de magia en las conversaciones con mis padres. No entendía el motivo. Escuchaba el nombre de ese animal en muchos lugares. Mi hermano pequeño presentaba una extraña y repentina obsesión. "¡Se me ha caído un diente! ¡Qué guapo! Las iguanas no tienen dientes, ¿verdad?".

Unos días después, mi madre me sentó en el sofá. Yo esperaba un momento incómodo, alguna riña. "Mariela, te veo rara y yo quiero que estés contenta. Por eso, te he comprado un regalo". Sacó una extraña caja agujereada y, después de darme un cachetón cariñoso y un beso, me la entregó. "El otro día te vi entrar en la tienda y mirarla.", me dijo.



Abrí la caja y, boquiabierta, vi a la otra Mariela. Sonreí. "¿Te gusta?", me preguntó mi madre. "Seguro que nos llevamos bien", respondí.

Rocío Méndez Pérez, 3º Educación Primaria. 

Oficina de Redacción Literaria Disparatada





-¡Alegría!, ¡Alegría!-se oía desde el otro lado del pasillo.

Intento con todas mis fuerzas abrir los ojos, pero el cansancio vuelve a apoderarse de mí.

-¡Pequeña, levántate o llegarás tarde a clase!- la misma voz de nuevo.

Noto que algo me hace cosquillas en los pies y doy un brinco en la cama.

-¡Aaaaaaah!- grito de puro miedo.

Levanto las sábanas titubeando y ahí está, como todas las mañanas, mi gato, Peludo, que una vez más viene a darme los buenos días. Miro corriendo el reloj. ¿Qué hora es? ¡Oh, oh! mamá va a enfadarse mucho, he vuelto a quedarme dormida. Me levanto de un salto y me visto rápidamente.

-¡Mamá!- la llamo alegremente.

¿Ya se ha levantado la princesa de la casa?- responde mi madre dándome un achuchón, de esos que te cortan hasta la respiración.

-¡Aaay!- gruño entre dientes.

Consigo zafarme antes de que sea demasiado tarde. Voy veloz a la mesa, cojo mis libros con una mano y el desayuno con la otra. Me paro un momento antes de irme a clase para tirarle un beso a mi madre, desde la puerta, no vaya a ser que el monstruo de los achuchones vuelva a hacer de las suyas.
Miro el reloj, es tardísimo, así que empiezo a correr. Paso dando saltos por el parque, le sigue la heladería de Teo y llego casi sin aliento a la tienda de disfraces que tanto me gusta. La miro con tristeza, prometiéndome a mí misma que volveré más tarde a ver ese fantástico disfraz de mariposa que tanto me gusta. Quizás también pueda venir Peludo conmigo. ¿Harán disfraces para gatos?
De repente vuelvo a mirar la hora.

-¡La señorita Rita me va a matar!- grito sobresaltada.

Vuelvo a reanudar mi caminata, corriendo cada vez más rápido, más rápido, más… ¿Este campo estaba aquí? Y ¿esa casa de dónde ha salido? Miro a mí alrededor. ¡Esto no me suena de nada!

-Alegría cálmate- me digo a mí misma.

De pronto, a lo lejos oigo un susurro, me acerco despacio e intentando no hacer ruido. Alguien tararea una extraña canción.

-Sea quien sea canta fatal- pienso para mí.

“En una iguana o en una pantera,
yo te convierto en lo que quieras.
Soy la bruja Soledad,
escucha mi nombre y ponte a temblar.
Con el diente de un león y el ala de un pájaro,
serás un escarabajo.
¿Te gusta la libertad?
¡Pues con mala bruja has ido a dar!”

-Esto no me gusta nada- me digo a mi misma.

Comienzo a dar media vuelta con la intención de salir pitando. ¡Oh, oh!, tropiezo con una rama, pierdo el equilibrio y caigo rodando en dirección contraria. ¡Vaya suerte la mía!

-¡Maldita sea!- grito mientras me froto la malherida pierna.

-¡Niña insolente! ¿Cómo te atreves a interrumpirme?- grita la mujer cantarina.

-¿Tú sabes quién soy? ¡Mi nombre es Soledad y soy una poderosa bruja!- me grita de nuevo abriendo sus grandes ojos.

Intento hablar, pero solo consigo balbucear.

-Lo sien…to, yo so…lo quería…- intento vocalizar sin éxito alguno.

Estoy aterrada, intento levantarme pero no soy capaz, la pierna me duele demasiado.
-¿Dónde crees que vas?- vocifera la bruja.

Saca algo similar a un palo y el sol comienza a ocultarse entre las nubes. No sé que pretender hacer, pero sea lo que sea  no tiene buena pinta.

-¿Dónde están los chicos guapos que te rescatan cuando estás en apuros?- repito interiormente una y otra vez.

La bruja comienza a soltar maldiciones y cuando parece que las cosas no podían ir a peor, me apunta directamente con su barita. Chanchanchan, da tres toques y bailando exclama:

“Orejas de sapo, esta niña se convertirá en un renacuajo”

El fin ha llegado, de esta no me salva nadie. Cierro los ojos lo más fuerte posible, esperando lo peor. Se oye un ruido lejano. ¿Un pitido? Abro los ojos  con miedo, veo una silueta que me es familiar. ¡La silla de mí escrito con el uniforme del colegio! Aún no puedo creerlo, me doy una cachetada que me activa por completo y hace que vuelva a la realidad. Todo ha sido un sueño. A mis pies está Peludo durmiendo delicada y plácidamente.

 María Soltero Díaz, 3º Educación Primaria. 

Oficina de Redacción Literaria Disparatada





Se abre el telón y empieza el concurso. Vamos a encontrar un presentador y cinco concursantes.

Presentador: ¡Bienvenidos! Nos encontramos en la décima edición y vamos a dar comienzo al maxiconcurso, pero antes me presentaré. Mi nombre es Máx y como ya os habéis podido imaginar soy el presentador del concurso. A ver si adivináis que animal soy, si yo os digo que soy pequeño, tengo cuatro patas y mi aspecto es parecido al de una gran pantera… ¿Os hacéis ya una idea? Bueno una última pista, me dan miedo los perros. En efecto, soy un gato negro muy guapo, con ojos amarillos saltones. ¡Bueno! ¡Bueno! Ahora vamos a dar paso a los concursantes.  El jugador número uno viene desde muy lejos, se trata de la señora Iguana, y ¿cómo no? se ha colocado sus galas más preciadas, lleva un chaquetón azul con un collar de perlas.

Nada más colocarse en su silla, todo el plato se inunda de alegría.

Señora Iguana: ¡Buenas! Es un placer volver a concursar. Creo que es muy tarde, ya debería conocer a mis oponentes. Asique aligera Máx.

Rápidamente, una bruja muy veloz entra en el plato. Tan rápido que al presentador no le da tiempo  presentarla al público.  Podemos ver que tiene unos dientes muy afilados, y lleva en su mano derecha un libro de conjuros, todo el mundo se fija en un pendiente en forma de escoba que lleva en su oreja.

Bruja: ¡Hola, soy  Alice! Vengo de Irlanda y seguro ganaré y si no con mi magia os convertiré a todos en nube de polvo. ¡Jajaja! Era broma. Por cierto me encanta el sol de España, allí no disfrutamos de estas temperaturas.

Presentador: Bueno Alice, mucha suerte he de recordarte que el libro lo tienes que guardar.
Despacio entra un pájaro con unas alas fantásticas, llenas de colores, se le veía lleno de alegría y muy contento.

El presentador se dirige al pájaro: Haber pajarito y ¿tú de dónde vienes?

Pájaro: Pues yo vengo del parque de Monfragüe, que se encuentra en Extremadura. Y aunque dicen que tenemos mucha suerte porque disfrutamos demasiado en libertad tenemos que tener mucho cuidado con los cazadores. Pues últimamente mi única compañía es la Soledad.

Presentador: bueno seguro que exageras, ya me habían comentado que eras un pelín cachetón. 

Vamos a seguir con las presentaciones. Desde el continente africano, viene el animal más poderoso que podemos encontrar en la tierra, es un felino muy peludo que se ha coronado como el Rey ¿Sabéis de qué animal se trata?  ¡Ah! Seguro que sí, vosotros sois muy listos. Se trata del león Kumak.

Kumak entra muy alegre y activo, con una amplia sonrisa. Se trata de un león bastante guapo y con un pelo muy suave.  Se coloca en su silla, después de saludar a los demás. En ese momento entra nuestro último concursante, se trata de una mariposa delicada, de color blanco con unos puntitos que la hacen brillar. Pero esa luz no era lo que llamaba la atención hoy, si no su cara, pues tenía cara de tristeza.

Presentador: La pequeña mariposa viene del campo andaluz, y quisiéramos saber ¿Qué le ocurre?

Mariposa: No me he adaptado todavía a esto de la metamorfosis. Ojala ganará y me concedáis el deseo de volver a ser otra vez un gusano.

¡Chanchanchanchan! suena un gong para dar comienzo a la primera prueba.
Pero de  repente se abre una persiana, y se oye una voz.

Mamá: ¡Máx¡ ¡Máx! ¡Despierta! Vamos a llegar tarde al gran baile.

 Máx: ¡Uff¡ Vaya todo ha sido un sueño, parecía tan real. Algún día mamá seré presentador.


Mamá: Vale hijo, así cumpliré mi sueño de ir a la tv. Pero ahora nos tenemos que ir al Baile.

Alejandra Fernández Fabián, 3º de Educación Primaria 

domingo, 22 de marzo de 2015

Oficina de Redacción Literaria Disparatada

LA AVENTURA DE RUMPEL





Había una vez, hace mucho mucho tiempo, un reino lejano y fantástico donde habitaban hadas bondadosas, reinas poderosas y brujas malvadas.

Pero centrémonos en lo importante, mi nombre es Rumpel y vivo en este lugar. Soy un gnomo pequeño, verde, alegre y me encargo del cuidado de los animales más peligrosos que os podáis imaginar. Los leones y las panteras son delicadas mariposas comparados con ellos.

El resto del tiempo, vivo en soledad en lo alto de una montaña, que tiene las vistas más hermosas de todo el reino. Pero bueno, solo, solo, no. Vivo con Rufus, mi gato. Él es el que vive mejor, se pasa el día tumbado al sol y cazando pájaros e iguanas. Es un gato peculiar, pero tiene buen corazón.

Todo era paz y tranquilidad hasta que un día apareció la malvada y poderosa bruja Regina, quien subida en una nube sobrevoló todo el reino llevándose la alegría y sembrando la discordia y la soledad hasta en el último rincón del campo más alejado. En un momento, y de forma veloz, había dejado todo el reino sumido en una gran tristeza.

Las hadas del reino me encomendaron la misión de recuperar la alegría que la bruja malvada se había llevado. ¡A mí! ¡Cómo si no hubiese más gente en todo el reino! Mi primera reacción fue encerrarme en casa y bajar todas las persianas, pero me di cuenta de que Rufus seguía fuera cazando iguanas, así que tuve que salir muerto de miedo. Salí despacio, confiando en que las hadas ya se hubiesen ido. Pero ahí seguían, esperando mi respuesta. Mi amigo peludo me miró, me dio un cachetón y tuve que aceptar sin más remedio.

Recordé que tenía en la biblioteca un libro, en el que explicaba como derrotar paso a paso a una bruja. Me lo compré en la mercatienda de brujería y hechizos, por si algún día lo necesitaba.

Tenía que hacer un brebaje, cuyos principales ingredientes eran ala de murciélago guapo, oreja de dragón activo y diente de pantera en libertad. Para mezclarlo necesitaba hacer un baile subido en una silla, si si, un baile en una silla ¡menuda forma de hacer el ridículo! Menos mal que el sentido del ridículo lo perdí hace mucho tiempo.

¡Chan chan chan! El brebaje estaba hecho, ahora solo me quedaba el último paso: hacer que lo bebiera la bruja, a ver quién es el guapo que se lo da.

Preparé una tarta de chocolate que era la debilidad de la bruja y la coloqué en el medio del parque del centro del reino. A media tarde, la bruja guiada por aroma delicioso de la tarta llegó y se la comió entera y tanta sed le dio que se tomó el brebaje de un trago ¡Al final fue más fácil de lo que parecía!

La bruja inmediatamente se volvió el ser más bondadoso de todo el reino, y devolvió la alegría y la paz que se había llevado ¡Todos me felicitaron por mi trabajo!

Y aunque han pasado ya 250 años de esta aventura, todos seguimos siendo felices y comemos todos los días perdices.
                                                                     FIN


Paloma Sabido González, 3º Educación Primaria. 

Oficina de Redacción Literaria Disparatada

LAS AVENTURAS DEL SEÑOR LEÓN


En un lugar, cuyo nombre no recuerdo, vivía la señora Soledad. De estatura pequeña, le faltaba algún que otro diente, pero era muy guapa.

Estaba casada con un chico muy guapo, que se apellidaba León. Un hombre fantástico, activo, muy peludo, y que no tenía miedo a nada ni a nadie.

En los ratos libres el señor León iba al campo con su gato y su iguana a pasear,  a tomar un poco el sol (siempre y cuando las nubes no se interponían al sol). Acostumbraba a llevarse una silla para leer un libro que se lo regaló su amiga, la bruja llamada Libertad.

Cuando el señor León regreso a casa, un pájaro se apoyó sobre él. Le entró una alegría inmensa, ya que nunca había visto un pájaro tan cerca. León se lo llevó a casa y, pasadas unas horas, al pájaro se le notaba una tristeza enorme porque en esa habitación en la que estaba no podía desplegar sus alas.

Soledad, en ese momento, entró en la habitación y le dio un cachetón a su marido y le tiro de la oreja por encerrar al pájaro en la habitación con las persianas bajadas. León chilló y, de los saltos que pegaba por el dolor del tirón de oreja, parecía que estaba  bailando, como si una pista de baile se tratase.

Soledad le obligó a que fueran a un parque a soltar al pájaro, y así fue, llegaron al parque y soltaron al pájaro de forma delicada y muy despacio, para que emprendiera su vuelo hacia las nubes.

De vuelta a casa se encontraron con una mariposa y... ¿Qué pasó? Chanchanchan. Pidieron un deseo y el señor León quiso que el pájaro volviese a su hogar. En cuanto llegaron a su casa, vio venir a un pájaro que se acerca veloz hacia él.

Carlos León Nieto, 3º Educación Primaria. 




Oficina de Redacción Literaria Disparatada


                                                                   MERLÍN 




Érase una vez un niño muy guapo y alegre cuyo nombre era Merlín. En él no existía la tristeza pero si la soledad. Vivía en una casa de campo muy pequeña pero a su vez con unas persianas grandes por donde entraba el sol cuando amanecía.

Era un niño muy activo y por eso, todas las tardes iba al parque a jugar con sus amigos los animales. Entre ellos había:

-          Una iguana azul llamada Libertad.
-          Un pájaro llamado Veloz.
-          Un gato peludo llamado Cachetón.

Cuando llegó ese día al parque, entre los árboles escuchó una voz que decía:
              ¡Chan-Chan-Chan! En este momento te convertirás.”

Merlín con mucho miedo, se aproximó despacio y sin hacer ruido. Cuando miró entre los árboles, vio a una bruja con un libro que parecía muy delicado, convertir a unos de sus amigos en un león muy poderoso. Asustado, piso una rama de árbol caída, y la bruja que tenía unas orejas muy grandes lo escuchó.

“¿Quién anda ahí?” – Preguntó la bruja.

“Soy un niño, me llamo Merlín.” – Respondió Merlín.

“¡Deja que te vea!” – Dijo la bruja.

 Merlín salió con cuidado de su escondite, pero se tropezó con una piedra cayendo al suelo, con tan mala suerte que se rompió un diente. Entonces, en ese momento, la bruja preocupada, corrió hacia él para ayudarle. Con su varita mágica  creó una silla para que el niño se sentara.
“¿Estás bien, pequeño? “ – Pregunto la bruja.

“Si, pero me he roto un diente” – Contestó Merlín.

“No te preocupes, yo te lo arreglaré, pero antes deje que te enseñe todas las cosas que puedo hacer” – Dijo la bruja.

  La bruja llamada, Alegría, invocó con su poder, a unas mariposas que con su vuelo hicieron un baile mágico. Sin que Merlín se diera cuenta, su diente volvió a estar como nuevo.

“Ya tienes tu diente, ese es el poder del baile de las mariposas” – Dijo la bruja.

“Muchas gracias, bruja Alegría, ya es de noche y debería de volver a casa, pero me da miedo” – Dijo Merlín.

“No tengas miedo, una amiga mía te acompañará” – Le tranquilizó la bruja.

En ese instante, salió entre los árboles una fantástica pantera negra.
“Ella te acompañará a casa” – Le dijo la bruja.
“¡Oh, gracias bruja Alegría, cómo podré agradecerte todo esto! – Respondió Merlín.
“No tienes que agradecerme nada niño, si quieres venir a jugar conmigo, aquí estaré” – Contestó Alegría.
“¡No lo dudes, vendré todas las tardes! “ – Respondió Merlín.

Y así es como un niño llamado Merlín, se convirtió en un gran mago.

FIN

 Iván Castilla Magro, 3º Educación Primaria






Oficina de Redacción Literaria Disparatada





Olía a soledad nada más pisar la seca hierba que aún quedaba en el jardín delantero de la casa.  Se escondió el sol, y se acoparon las pocas nubes que tristemente asomaban en una tarde soleada. Tenía miedo, pero todos ellos me animaban poderosamente desde la acera de enfrente. 

El momento más delicado de mis nueve primaveras. Empezaba a titubearme el mentón, los dientes rechinaban y notaba que me temblaban hasta las orejas. Las mariposas revoloteaban dentro de mi estómago como si de una hormigonera se tratase. Muy despacio, di el primer paso, con el cual ya no podía mirar atrás, porque… no sé por qué, pero no podía. A medida que iba avanzando hasta la ventana de la casa se me pasaron cien mil cosas por la cabeza, de las cuales salía victorioso en la mayoría de ellas.

Maldigo el momento en el que cogí el palo con las dos manos, lo apreté con tanta fuerza, que pude hacer hasta zumo de salvia. Mi equipo perdía por dos vueltas, y lo que menos nos apetecía en ese momento o por lo menos a mí, era recoger pelotas. Así que cuando cogí el palo, lo único que pensaba era en batear lo más fuerte posible, para que Marcos, que se encontraba a 5 bases de dar una vuelta, nos pudiese salvar de no recoger pelotas.

Pero no fue Marcos el que nos salvó, sino yo. Hice un home run, pero como la propia palabra en inglés dice, “carrera a casa”. Cogió una trayectoria rectilínea con la mala fortuna de ir a parar a la casa abandonada de la vieja bruja del pueblo. Rompí una ventana, rompí una persiana… Yo no sabía ni dónde meterme, y lo peor de todo es que la bola no era mía sino del hermano de Antonio. El amigo ceporro, que por no tragarse una riña del hermano, me hizo ir a por la pelota. Y eso que le insistí, pero ni por esas.

Nadie tenía constancia de la dueña de la casa desde que la vieron por última vez en la misa de su hermano que falleció hace 15 años. Ninguno de nosotros nos acordábamos de su nombre, eso sí, recuerdo una breve historia de mi padre que me contó, que el hermano no murió por muerte natural, sino que lo mataron.

Puse las dos manos sobre el cristal roto de la ventana, mi cabeza entre medio de las dos manos y me dispuse a mirar. Había un silencio inédito, no se escuchaban ni un pájaro piar, ni un gato maullar. Reconozco que tenía miedo, pero cuando no vi nada, entré la mano por el agujero que previamente había hecho la pelota para quitar el cerrojo a la ventana, lo subí lentamente para no hacer ruido, cuando lo enganché en la posición de abierto noté algo peludo que me tocaba. 

No quería ni abrir los ojos, saqué la mano que parecía que me quemaba. Volví a poner de nuevo las dos manos sobre el cristal, la cabeza en medio y volví a mirar. Observé que las cortinas, eran de tela con un bordado que parecía la melena de un león. También vi al fondo de la sala una mesa y tres sillas colocadas encima de ella. Algún que otro cuadro colgado en la pared y una sábana encima de un supuesto sofá de cuero marrón. Pero la pelota no conseguí verla.

Subí la pesada ventana que sujeté con mi mano derecha mientras entraba las piernas dentro de la casa, eché una última visual a mis amigos que desde la acera de enfrente, todos me daban ánimo, pero a ninguno se le alzaba la voluntad de venir a estar conmigo. Puse la pierna izquierda dentro de la casa y cuando fui a dar el primer paso, noté algo raro al pisar. Era un pequeño libro lleno de polvo, soplé y el polvo parecía esparcirse cómo si  de algo fantástico se tratase. En la portada aparecía una iguana subida a un árbol y se titulaba “La selva en Bombay”. Lo escribió un tal “Chanchanchan” que por la foto que aparecía en la contraportada, parecía un Chamán.

Con mucho miedo, alcé la voz y pregunté: ¿Hay alguien? Del miedo que tenía, parecía que me habían contestado, miré hacía todos los lados, en busca de la dichosa pelota, pero lo único que vi fue un montón de cuadros de animales colgados en la pared. Uno de los que más me llamó la atención fue un cuadro de una pantera y un hombre, me supuse que era el hermano de la bruja anciana. Debajo del cuadro había una poesía, un tanto surrealista, ya que había en cada metro de pared, un cuadro de Adelardo Covarsí.

Al animal hay que respetar.
Cuando se encuentra en libertad
con alegría debemos comer
con alegría debemos beber.
Siempre que la tristeza tú no dejes ver.

Parecía una casa abandonada, en la que imperaba el polvo. Por fin vi la pelota, que se encontraba debajo de un mueble blanco, que aguantaba una lámpara de cristal y dos figuras de Lladró, una de un toro y la otra de una muñeca. Cogí la pelota y salí volando de la casa, y eso que no tenía alas. Las mariposas revoloteaban aún más activas, cuando llegué a la acera donde estaban, nada más que sabía decir: “que guapo que guapo”, estaba alegre por la adrenalina que había soltado, pero a la misma vez había una sensación dentro de mí que me animaba a volver a entrar en la casa. Pero no iba a ser hoy, lo tenía claro. Hice el baile del Cowabunga, imitando a “ballenita” José María. Que, instintivamente, me soltó un cachetón.

Volvíamos a poder jugar, aunque por lo menos no bateamos, yo seguía dándole vueltas a la cabeza, tenía una visualización de la casa en mi cabeza, quería descubrir que había y cómo era, pero aún con el susto en el cuerpo, no podía pensar con claridad.


Me disponía a batear…

Alonso Becerra Salguero, 3º Educación Primaria.

Oficina de Redacción Literaria Disparatada

                                                              LA BRUJA HILDA



Por las montañas de un pueblo, vivía una bruja, de nombre Hilda. Muy pocos la habían visto, y los pocos habitantes que la han conocido han dejado de ser las personas alegres que eran, incluso marchándose del pueblo.

Por lo que cuenta la leyenda, cuando Hilda era pequeña, era una niña que le gustaba la soledad aunque desprendía mucha alegría cuando estaba con los animales. Jugaba siempre con ellos en el parque, le gustaba intentar cazar una mariposa blanca que casi siempre estaba allí. También le encantaba estar con un gato, al que había llamado León porque decía que era activo y muy peludo como los leones. A la gente del pueblo le parecía extraño que no quisiese jugar con ningún niño y la obsesión que ésta tenía por los animales, pero no era algo que preocupase a los habitantes.

Lo que realmente asustó, y desde entonces el miedo por Hilda aumentó, fue cuando eran las fiestas del pueblo, que se celebraban en el campo para así poder disfrutar del sol. En el momento del baile, Hilda se acercó a un chico muy guapo, para que bailase con ella. Él rechazo su propuesta, además burlándose de ella. De repente el sol desapareció, quedando el cielo cubierto por una gran nube, y Hilda enfadada pronunció en voz alta: “Chanchanchan” y el chico se convirtió para siempre en una iguana.

¡Hilda era una bruja poderosa! En el pueblo desde entonces había mucha tristeza por el  chico. Un hombre del pueblo decidió visitar a la bruja, para pedirle que le quitara el conjuro al chico. Pero esta se negó, es más, levantó despacio su mano y le pegó un cachetón por haberse atrevido de ir a su casa y le dijo que sí se volvía a acercar acabaría como aquel chico.

El hombre cuando llegó al pueblo, contó que Hilda había cambiado mucho. Ahora vestía como lo que era, una bruja, y en su hombro izquierdo llevaba un pájaro, nada guapo, que tenía una oreja cortada y un diente muy grande. A su vez, le acompañaba también una pantera muy veloz a la que le salía un ala. Los habitantes del pueblo estaban aterrorizados; algunos colocaron una silla para sujetar las puertas de sus casas, otros bajaron las persianas de sus ventanas… ¡La alegría desapareció en el pueblo!


Ahora, muchos habitantes afirman que cuando se echa la tarde ven a los terroríficos animales de Hilda andar en libertad por las montañas, otros piensan que es algo fantástico, las típicas historias de cualquier libro de terror, pero la verdad es que sigue siendo un tema delicado para el pueblo y desde entonces nadie se atreve a subir por aquellas montañas.

María Lucas Vinagre, 3º Educación Infantil. 

Oficina de Redacción Literaria Disparatada



Había una vez un niño llamado Adrián. Él era muy guapo, simpático y activo y no le gustaba nada la soledad ni la tristeza.

Adrián estaba en su habitación viendo un libro de animales, ya que era su tema preferido. De un momento a otro, entró su amigo en la habitación y le entregó un regalo. Adrián al descubrir que era un entrada para ir al zoo se puso muy alegre.

El sábado por la tarde Adrián y su amigo fueron al zoo. Pasaron por la zona donde se encontraban los leones peludos, también vieron a las iguanas, las panteras, los monos, los tigres y muchos más animales. Ellos pasaron un día fantástico y para ellos el tiempo paso demasiado veloz. Querían pasar más tiempo disfrutando de los animales.

Cuando Adrián llegó a su casa fue a contarle todo a sus padres que se encontraban en el jardín pero justo cuando iba a comenzar a decirle todo, un pájaro cayó al césped. El niño se acercó para ver que le ocurría y se dio cuenta que tenía hecho daño en el ala. Adrián estuvo curándolo junto a su padre. El pájaro tenía miedo y estaba asustado, por eso Adrián fue en busca de una jaula para que el pájaro estuviese más cómodo. Adrián le puso de nombre Chachachan, ya que se apareció en su jardín como por arte de magia. Pasados unos días Chachachan se recuperó y Adrián lo dejo en libertad porque ya podía volar.
A la mañana siguiente, Adrián se despertó y fue a subir la persiana para ver qué tiempo hacia. Era muy temprano y todavía había muchas nubes en el cielo. Pero al poco tiempo, salió un sol espléndido y Adrián se puso muy contento y empezó a saltar de alegría, ya que irían a pasar el día al campo.

Cuando él llegó al campo se puso a jugar con su bicicleta pero a lo lejos vio un gato y se acercó a él. Al verlo parecía un poco delicado y Adrián fue a buscar comida para darle de comer. Como no sabía cuál era su nombre decidió ponerle Cachetón ya que era de color blanco y tenía una manchita negra en el cachete. Pasado un tiempo decidió ir al parque que había en el campo y en el camino se encontró con un grupo de mariposas muy pequeñas que revoloteaban sin parar y que transmitían mucha alegría debido a los colores de sus alas.


Dentro del parque había una señora que sorprendió mucho a Adrián. La señora era una bruja que parecía muy poderosa. Ella estaba sentada en una silla y tenía los dientes muy blancos y las orejas muy grandes. Adrián se acercó a ella muy despacio porque estaba un poco asustado. Cuando llegó junto a ella vio que era una señora normal pero que estaba disfrazada para jugar con los niños. Cuando Adrián llegó al lugar donde estaba la bruja, ésta le dijo que era un niño muy guapo y que si quería jugar y hacer un baile con ella y con los demás niños. Adrián aceptó y pasó un gran día con la bruja y sus amigos. 

Irene Sánchez Rico, 3º Educación Infantil.