domingo, 22 de marzo de 2015

Oficina de Redacción Literaria Disparatada

AVENTURAS SOÑADAS



Era ya muy tarde, y casi sin darse cuenta dejó caer el libro.

Nada más cerrar los ojos, sus pequeñas alas comenzaron a agitarse, de forma tan veloz que parecía esquivar las nubes y acercarse al sol. Era fantástico, sentía tanta libertad.

Durante su vuelo por el parque, el pájaro se encontró con una alegre y colorida mariposa, que revoloteaba alrededor de una fuente. Rápidamente, intentó peinarse las plumas, limpiarse el pico y ponerse lo más guapo posible. Se acercó a la mariposa, y justo cuando iba a preguntarle su nombre

“¡Aaahhh,  que miedo! ¡Aaahhh, que dientes! ¡Aaahhh, parece un león!” – gritó la mariposa asustada.
El pajarito intentó buscar a la mariposa, para tranquilizarla y explicarle que sólo era un niño que se había acercado a la fuente a beber; pero no la encontró.

El pájaro, disgustado por no haber podido hablar y revolotear con su querida mariposa, decidió parar un momento a descansar. Se posó sobre la oreja de un enorme peluche peludo, que encontró en la entrada de una extraña casa. Su pelo era tan suave y delicado que quedó plácidamente dormido. Despertó con mucha alegría y se sentía muy activo, entonces, comenzó a bailar su vals favorito: ¡CHAN CHAN CHACHAN…CHAN CHAN CHACHAN! De repente, se comenzó a sentir un poco mal, como  mareado, parecía que todo su alrededor se movía.

“¿Me estoy volviendo loco?”- se preguntó el pájaro extrañado.

“¡Oh,  no! Estoy encima de un enorme gato”- exclamó el pajarito casi a punto de vomitar.

Pensó que, quizás, su baile había despertado de algún hermoso sueño al gatito,  sintió un poco de tristeza por ello, y decidió seguirlo para disculparse.

El gato se dirigía despacio hacia el interior de la casa, y el pájaro,  ya con el estómago más asentado, decidió entrar por la ventana, aprovechando que la persiana estaba subida. Al entrar, paró su vuelo en seco, y contempló a una extraña mujer que dormía sentada en una silla. No quiso hacer ruido para no despertarla, al alzar el vuelo tuvo la mala pata, mejor dicho la mala ala, de rozar con su ala izquierda una gran torre de apiladas tazas de cristal, que cayeron formando una gran estruendo.

“¡Rayos y truenos! ¡Qué susto! ¡Maldito pajarraco, fuera, fuera!”- gritaba como loca la señora, mientras lo espantaba con su sucia escoba.

El pájaro asustado salió por donde había entrado, pensando que aquella señora era una auténtica bruja que no había querido escucharlo. Al menos, de la experiencia con aquel gato había concluido que el crucero que tenía pensado para sus próximas vacaciones quizás no fuese lo más apropiado para su estómago.

Sin la alegría que le caracterizaba, el pajarito se adentró en el campo. Las horas pasaban y la soledad que sentía era cada vez mayor. A lo lejos comenzó a escuchar unas voces y decidió acercarse para ver que ocurría.

Una iguana y una pantera discutían porque ambas se creían la más poderosa y guapa de aquel territorio.

“Tienes complejo de lagarta”- gritaba la presumida pantera.

“Tú tienes envidia del verde botella de mi cola”- le recriminaba la enojada iguana.
El pájaro decidió intervenir y les dijo:
-          
              No discutáis, por favor. Aunque, particularmente a mí me dais un poco de miedo, reconozco que ambas sois muy bonitas. Si os seguís enfadando, pronto os saldrán canas y  arrugas, y supongo que no es lo que deseáis.

Rápidamente las dos estiraron la piel, y recomponiéndose tras la discusión, agradecieron los consejos de aquel pajarito. La iguana, que no había quitado ojo a éste, le dijo que no había visto pájaro más guapo que él. Feliz, muy feliz, voló durante las dos horas que le quedaban.

Teresa con un beso y un dulce cachetón, despertó a su hijo. Álvaro al levantarse vio el libro, que debió caer anoche, y sonriendo se dirigió a desayunar.

FIN

Vanesa Sánchez Cuéllar, 3º Educación Primaria.


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