AVENTURAS SOÑADAS
Era
ya muy tarde, y casi sin darse cuenta dejó caer
el libro.
Nada
más cerrar los ojos, sus pequeñas alas
comenzaron a agitarse, de forma tan veloz que
parecía esquivar las nubes y acercarse al sol. Era fantástico,
sentía tanta libertad.
Durante
su vuelo por el parque, el pájaro se encontró con una alegre
y colorida mariposa, que revoloteaba alrededor
de una fuente. Rápidamente, intentó peinarse las plumas, limpiarse el pico y
ponerse lo más guapo posible. Se acercó a la
mariposa, y justo cuando iba a preguntarle su nombre…
“¡Aaahhh, que miedo!
¡Aaahhh, que dientes! ¡Aaahhh, parece un león!” – gritó la mariposa asustada.
El
pajarito intentó buscar a la mariposa, para tranquilizarla y explicarle que
sólo era un niño que se había acercado a la fuente a beber; pero no la
encontró.
El
pájaro, disgustado por no haber podido hablar y revolotear con su querida
mariposa, decidió parar un momento a descansar.
Se posó sobre la oreja de un enorme peluche peludo, que encontró en la entrada de una extraña
casa. Su pelo era tan suave y delicado que quedó
plácidamente dormido. Despertó con mucha alegría
y se sentía muy activo, entonces, comenzó a
bailar su vals favorito: ¡CHAN CHAN CHACHAN…CHAN
CHAN CHACHAN! De repente, se comenzó a sentir un poco mal, como mareado, parecía que todo su alrededor se
movía.
“¿Me
estoy volviendo loco?”- se preguntó el pájaro extrañado.
“¡Oh, no! Estoy encima de un enorme gato”- exclamó el pajarito casi a punto de vomitar.
Pensó
que, quizás, su baile había despertado de algún
hermoso sueño al gatito, sintió un poco
de tristeza por ello, y decidió seguirlo para
disculparse.
El
gato se dirigía despacio hacia el interior de la
casa, y el pájaro, ya con el estómago
más asentado, decidió entrar por la ventana, aprovechando que la persiana estaba subida. Al entrar, paró su vuelo en
seco, y contempló a una extraña mujer que dormía sentada en una silla. No quiso hacer ruido para no despertarla, al
alzar el vuelo tuvo la mala pata, mejor dicho la mala ala, de rozar con su ala
izquierda una gran torre de apiladas tazas de cristal, que cayeron formando una
gran estruendo.
“¡Rayos
y truenos! ¡Qué susto! ¡Maldito pajarraco, fuera, fuera!”- gritaba como loca la
señora, mientras lo espantaba con su sucia escoba.
El
pájaro asustado salió por donde había entrado, pensando que aquella señora era
una auténtica bruja que no había querido
escucharlo. Al menos, de la experiencia con aquel gato había concluido que el
crucero que tenía pensado para sus próximas vacaciones quizás no fuese lo más
apropiado para su estómago.
Sin
la alegría que le caracterizaba, el pajarito se
adentró en el campo. Las horas pasaban y la soledad que sentía era cada vez mayor. A lo lejos
comenzó a escuchar unas voces y decidió acercarse para ver que ocurría.
Una
iguana y una pantera
discutían porque ambas se creían la más poderosa
y guapa de aquel territorio.
“Tienes
complejo de lagarta”- gritaba la presumida pantera.
“Tú
tienes envidia del verde botella de mi cola”- le recriminaba la enojada iguana.
El
pájaro decidió intervenir y les dijo:
-
No discutáis,
por favor. Aunque, particularmente a mí me dais un poco de miedo, reconozco que
ambas sois muy bonitas. Si os seguís enfadando, pronto os saldrán canas y arrugas, y supongo que no es lo que deseáis.
Rápidamente
las dos estiraron la piel, y recomponiéndose tras la discusión, agradecieron
los consejos de aquel pajarito. La iguana, que no había quitado ojo a éste, le
dijo que no había visto pájaro más guapo que él. Feliz,
muy feliz, voló durante las dos horas que le quedaban.
Teresa
con un beso y un dulce cachetón, despertó a su
hijo. Álvaro al levantarse vio el libro, que debió caer anoche, y sonriendo se
dirigió a desayunar.
FIN
Vanesa Sánchez Cuéllar, 3º Educación Primaria.
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