domingo, 22 de marzo de 2015

Oficina de Redacción Literaria Disparatada

                                                              LA BRUJA HILDA



Por las montañas de un pueblo, vivía una bruja, de nombre Hilda. Muy pocos la habían visto, y los pocos habitantes que la han conocido han dejado de ser las personas alegres que eran, incluso marchándose del pueblo.

Por lo que cuenta la leyenda, cuando Hilda era pequeña, era una niña que le gustaba la soledad aunque desprendía mucha alegría cuando estaba con los animales. Jugaba siempre con ellos en el parque, le gustaba intentar cazar una mariposa blanca que casi siempre estaba allí. También le encantaba estar con un gato, al que había llamado León porque decía que era activo y muy peludo como los leones. A la gente del pueblo le parecía extraño que no quisiese jugar con ningún niño y la obsesión que ésta tenía por los animales, pero no era algo que preocupase a los habitantes.

Lo que realmente asustó, y desde entonces el miedo por Hilda aumentó, fue cuando eran las fiestas del pueblo, que se celebraban en el campo para así poder disfrutar del sol. En el momento del baile, Hilda se acercó a un chico muy guapo, para que bailase con ella. Él rechazo su propuesta, además burlándose de ella. De repente el sol desapareció, quedando el cielo cubierto por una gran nube, y Hilda enfadada pronunció en voz alta: “Chanchanchan” y el chico se convirtió para siempre en una iguana.

¡Hilda era una bruja poderosa! En el pueblo desde entonces había mucha tristeza por el  chico. Un hombre del pueblo decidió visitar a la bruja, para pedirle que le quitara el conjuro al chico. Pero esta se negó, es más, levantó despacio su mano y le pegó un cachetón por haberse atrevido de ir a su casa y le dijo que sí se volvía a acercar acabaría como aquel chico.

El hombre cuando llegó al pueblo, contó que Hilda había cambiado mucho. Ahora vestía como lo que era, una bruja, y en su hombro izquierdo llevaba un pájaro, nada guapo, que tenía una oreja cortada y un diente muy grande. A su vez, le acompañaba también una pantera muy veloz a la que le salía un ala. Los habitantes del pueblo estaban aterrorizados; algunos colocaron una silla para sujetar las puertas de sus casas, otros bajaron las persianas de sus ventanas… ¡La alegría desapareció en el pueblo!


Ahora, muchos habitantes afirman que cuando se echa la tarde ven a los terroríficos animales de Hilda andar en libertad por las montañas, otros piensan que es algo fantástico, las típicas historias de cualquier libro de terror, pero la verdad es que sigue siendo un tema delicado para el pueblo y desde entonces nadie se atreve a subir por aquellas montañas.

María Lucas Vinagre, 3º Educación Infantil. 

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